El estado de abandono del antiguo centro de especialidades Inocencio Jiménez, situado en la carretera de Madrid, en Zaragoza, no ha pasado desapercibido para los vándalos. Lleva cerrado desde el 26 de febrero y ya luce con cristales rotos, ventanas abiertas, marcos de las mismas arrancados, suciedad, papeles en el suelo y robos de aparatos del aire acondicionado.

Esa es la fotografía que ofrece ahora mismo el edificio en el que, en los últimos meses, se han producido al menos dos entradas, según informó la Policía Local al Gobierno de Aragón. El inmueble pasará definitivamente a ser propiedad de la Tesorería General del Estado próximamente después de que la DGA, tras descartar nuevamente su uso sanitario, iniciara la tramitación de la devolución una vez que el centro cerró a finales de febrero. Actualmente, este proceso administrativo, tras pasar el inmueble a Patrimonio del Gobierno aragonés, se encuentra muy avanzado. Fuentes del Departamento de Sanidad confirmaron a este diario que "pronto" se consumará el trámite con la Tesorería General mediante un acta de entrega, aunque la DGA no puede garantizar una fecha concreta para ceder el inmueble.

DEJADEZ

Mientras eso sucede, la dejadez se ha adueñado del inmueble. Y los vecinos del barrio Oliver, a quien tanta vida dio el Inocencio Jiménez durante sus trece años de actividad, añoran ahora el trajín sanitario de entonces. "La verdad es que da pena", decía ayer Josefa. Ella, junto a José y Aquilino, se sientan todos los días en un banco próximo al edificio, al sol, donde además de "echar la mañana" también rememoran tiempos pasados. "Llevamos en Oliver toda la vida, somos los viejos del lugar --dicen entre risas-- y este cierre ha sido como apagar una parte importante del barrio", cuentan.

La única vida en el interior del viejo centro de especialidades, que se quedó obsoleto y pequeño para albergar la atención de tantas patologías, es la de los gatos que campan a sus anchas por el entorno. De hecho, en una de las antiguas puertas de acceso de la calle Alejandro Oliván se pueden apreciar varias latas con comida y agua que alguien deja para estos animales. También en esta calle, la parada de taxis habilitada ha pasado a ser prácticamente un desierto tras el cierre.

El último aviso de acceso no autorizado al edificio se recibió, aproximadamente, hace poco más de un mes y desde la consejería de Sanidad se dio la orden de reforzar la seguridad del edificio con el tapiado de las ventanas de la planta baja. Desde entonces no se ha tenido conocimiento de que haya habido más entradas, pero tampoco se ha procedido a hacer ninguna labor de mantenimiento por parte de la Administración.

EL ENTORNO

Hay ventanas abiertas, muchas de ellas protegidas con cartones ante la ausencia del cristal. En otras se pueden apreciar estores y cortinas estropeadas. Y, a través de las que dan a la carretera de Madrid, pueden verse armarios vacíos y e incluso la cortina que separa, en una habitación, el espacio entre las camas.

En el momento en el que se anunció el cierre del Inocencio Jiménez se procedió al traslado del material al nuevo centro ubicado en la avenida Navarra. En ese proceso no se llevaron todos los muebles, dada su antigüedad, y la marcha fue rápida. Tanto que se dejaron en el interior objetos que, a día de hoy, se pueden apreciar desde fuera. Por ejemplo, la decoración de una ventana con adornos infantiles o el peluche de un oso que, ayer, permanecía medio oculto entre la hojarasca del patio interior.

También dos grandes bidones de agua, cartones y numerosas cajas se acumulan en los aledaños del edificio, cuyas puertas de acceso, camino de la oxidación, están amarradas con grandes cadenas y candados.

Fue en el 2002 cuando la Administración central y el Gobierno de Aragón optaron por remodelar la fábrica de electrodoméstricos que se ubicaba en este edificio para convertirla en un centro sanitario. Años después, ambos organismos vuelven a renegociar por este inmueble. Esta vez sin la intención de destinar a un uso público este edificio, objetivo de los vándalos y camino del abandono más absoluto.