A Sergio G. le detuvo la Policía Nacional en junio del año pasado, cuando volvía de Tudela con casi 160 gramos de speed (metanfetamina) en el coche. Ayer, ante la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Zaragoza, afirmó que lo compró «para autoconsumo», porque podía llegar a meterse «20 gramos al día, si los llevaba», aunque solían ser «entre 5 y 10» de forma habitual. Así venía siendo desde que empezó a consumir a los 16 años, y continuó, con breves periodos de destintoxicación, mientras seguía ejerciendo de camionero.

Lo que no admitió es que se lo hubiera comprado a ninguno de los otros acusados detenidos en Tudela. Afirmó que adquirió la anfetamina a «un musulmán», al que llaman «Musta», por unos 800 o 900 euros.

Aunque fue el que habló de una cantidad mayor, los elevados autoconsumos, de 5 o más gramos al día, fueron la tónica general de la vista celebrada ayer (que terminará hoy) en la Audiencia, en un caso por el que la Fiscalía pide inicialmente penas que suman más de 67 años de cárcel por narcotráfico, integración en grupo criminal y tenencia ilícita de armas. La Policía Nacional considera, por las conversaciones telefónicas, que formaban un grupo en diversos escalones de distribución entre Tudela y Zaragoza, aunque la droga -250 gramos de speed y pequeñas cantidades de otras sustancias- fue encontrada en varias entregas distintas.

Solo dos de los que se sentaron en el banquillo admitieron traficar, pero a pequeña escala. Lo hizo Ángel D., que daba droga «a algún amigo», pero no se considera traficante. Y Susana M., que admitió que el narcótico que le encontraron en el coche era suyo. Pese a que su pareja, el también acusado Miguel Ángel N., afirmó que la compraron los dos en el parque de Valdefierro, ella sostuvo que era suya y que parte era «para vender, para comprar más», ya que el sueldo no le daba para costearse la adicción.

Como vendedora, ambos hablaron de «una gitana», pero no identificaron a su compañera de banquillo, Sonia S., que fue la única que dijo no consumir «nada». «Yo no conozco a estos señores de nada», afirmó, además de explicar que, con su hijo discapacitado en casa y sobreviviendo de varias ayudas, difícilmente puede salir de casa a traficar.

Los dos supuestos proveedores de Tudela, Emilio C. y David E., también negaron haber participado en ninguna transacción, si acaso el segundo le dio al primero «50 euros» para ir tirando, la noche que les siguió la Policía. De igual forma, el hermano del presunto comprador, el también camionero Sergio G., afirmó que la droga de su casa era para él y la escopeta de su difunto padre, aunque estuviera puesta a nombre de un desconocido.

El supuesto proveedor principal de la red, Iván L., admitió la propiedad de las drogas halladas en su casa, salvo las pastillas, que quizá se dejaron sus amigos tras una fiesta. También admitió la posesión de algunas armas halladas en su casa (un arco, cuchillos, una defensa eléctrica), dada su «pasión» por ellas, como hijo de militar. Pero las prohibidas las encontró «el perro, escarbando en el campo», en una bolsa de deporte.