Como aquel hombre ilustrado de Bradbury al que admira y a veces bebe de sus cuentos tatuados, Óscar Sanmartín es un rara avis de nuestra escena artística, una caja de sorpresas con un rico mundo interior que, de vez en cuando, y no muy ruidosamente, comparte con quienes quieren seguirle.

Le descubrí hace años por sus excepcionales portadas para El Niño Gusano. Ya entonces, tomando la seta reductora de Alicia, conseguí abrir mentalmente el cristal de sus dioramas y bucear en sus paisajes tecnológicamente románticos, con ese sabor verniano que hoy muchos jovenzanos definirían como steampunk. Pero Sanmartín es mucho más. Y esta semana, en la que ha preparado exposición en la galería/taller de reciclaje de Petula Blas y ha colaborado con piezas en Brigadoon, el nuevo espacio de diseño de su también buena amiga Penélope Sariñena, le adivinamos como un Gulliver ilusionado... Mostrando su último viaje de cincuenta días al país de los jíbaros.

Quisimos acompañarle junto a Penélope en Brigadoon, el nuevo rincón mágico en la trasera zaragozana de la iglesia de San Miguel y la vieja Escuela de Artes y Oficios. Una calle de enorme sabor donde los hermanos Albareda ya esculpían hace muchos decenios sus tallas religiosas. Allí, sus amigos brindaron delante de su obra Hamsterdam. Ese plano o mapa del tesoro que lleva camino de convertirse en llave de ruta fetiche a su mundo y que también fue sorteado un día más tarde en la galería de Pétula entre los asistentes que adquirieron boleto para entrar en su nave de maño capitán Nemo..

Se nota que nos gusta Óscar Sanmartin. Y nos gustan Pétula y sus amigos. Javi Urueña, el pintor Jorge Agustí, Javier Palacio, Lara y Anabel Lee. Todos le acompañaron en su viaje a Jibarolandia, mientras adoptaron como polizonte ilustre a otro amante de las lliliputescenografías: el escultor Jesús Sanz Caballero.

Si pueden, déjense llevar y atraviesen el cristal del mundo de Óscar Sanmartin. Seguro que descubren, como yo, escenarios mágicos donde sumergirse y soñar. Soñar hasta el infinito.