Zapatero eligió el tercer bloque, el espacio para la política exterior y seguridad, para soltar sus dos alusiones contundentes. Una, cuando Aznar definió a ETA como movimiento de liberación nacional. Dos, al referir a su defensa de Aznar en la cumbre chilena. "Yo defendí a Aznar como patriota", le soltó a un incómodo Rajoy. Hasta entonces resaltar que ninguno de los dos cometió el error más temido por los asesores: meter la pata. Ni Zapatero ni Rajoy sacaron los pies del tiesto, de forma que su gesto fuese la comidilla de hoy en los bares. Se comportaron al principio con demasiada rigidez, con apenas interrupciones. Por encima de sus cabezas brillaba una idea: no perder el partido.

Y es que si atendemos a la expectación suscitada por este debate, todo tenía el clima de un gran acontecimiento social: la victoria de Massiel en Eurovisión, el campeonato mundial de Perico Fernández contra el chino. Por entenderlo en futurible: como si España disputase una final de un campeonato mundial de fútbol.

Tercer momento álgido, dedicado a Aragón: "¿Hará el trasvase del Ebro?", le preguntó por tres veces Zapatero a Rajoy. El líder del PP no contestó, es decir, lo hará. Que tome nota Gustavo Alcalde. ¿Remachamos? Rajoy contestó que no se aproxima a Zapatero en la derogación del trasvase. Este fue el momento en que los dos candidatos se interrumpieron con más alegría. Sin duda les faltaba calentamiento. Habían mostrado mucha rigidez. Era comprensible. Todo el día los media nos habían martilleado con el debate. Los canales que lo emitieron nos prepararon programas especiales sobre él desde todas las caras. El más interesante fue el que emitió la tele más joven, La Sexta, cuando nos repasó la noche del domingo el famoso encuentro entre González y Aznar hace 15 años. Ya ayer lunes, tuvimos opiniones para todos los gustos. Tantas que en Cuatro hasta montaron un debate de farsa con los monigotes. Gran Wyoming largó una periodista a un colegio para preguntar a los niños sobre los dos candidatos. Realmente, ni una final europea de fútbol entre Barça y Madrid hubiera suscitado tanto entusiasmo.

¿Quién ganó? Sin duda Javier Bardem. El actor español vio mermado su éxito por el efecto debate. Fue una pena. Como fue una pena que los dos candidatos no utilizaran el sentido del humor que habían prometido al Follonero de Buenafuente el día anterior: ambos aceptaron que nombrarían de inmediato a Bardem en su exposición. ¿Se les olvidó en el fragor de la batalla? No. A cambio nos deleitaron con muchos gráficos; les hizo gracia el método de Solbes, y los asesores les llenaron de dibujitos.

¿Quién ganó? Nadie con brillantez. Como no cometieron deslices de bulto, cada espectador pondrá una equis en la casilla de su equipo. Zapatero ofreció una imagen más moderna, más progresista, sin duda. El cliente de Rajoy esperaba precisamente el discurso catastrofista que se marcó el lider del PP. Ese tono asustaría a un votante más centrado. A Rajoy se le vio poca sensibilidad. Citó mucho a la gente y se enfadó cada vez que Zapatero aludió a temas relacionados con el tiempo de mandato del PP: "¡Ya vuelve a mirar atrás!", le dijo hacia el final del encuentro. Cuando Zapatero le soltó con agresividad "¡Yo no he agredido a las víctimas del terrorismo!". Rajoy no la enmendó: "¡Lo mantengo!". Y en esa pelea saltó la alusión de los cantantes y actores "untados" que votarán socialista. Ahí fue donde Rajoy perdió los papeles, cuando mostró una imagen enfrentada a todo el mundo. Por cierto, la apuesta sobre Bardem la ganó Zapatero, por los pelos, al final, pero la ganó. Por cierto, que le den clases de lectura a Rajoy con urgencia: su tono lacrimógeno al leer el relato final fue de pésimo actor. Que aprenda para el partido de vuelta.