Ha llovido mucho desde que en la década de los 70 se apostara por el paso por Monrepós como acceso principal al Pirineo aragonés. Para turistas, para los aragoneses que lo atraviesan cada fin de semana rumbo a su segunda residencia, para comunicar mejor a las empresas y vecinos asentados en Sabiñánigo, y sobre todo para no dejar fuera a Huesca del rediseño del trazado de la que hasta entonces era la carretera más utilizada, la de Ayerbe, por Santa Bárbara, y Peña Oroel.

Estos diez días de cierre en la nacional N-330 han hecho que algunos de sus antiguos usuarios reconocieran que llevaban «más de 20 años» sin pasar por la actual A-132. No la recordaban así y, al igual que sus conductores habituales, piden una reflexión: ¿se está mimando lo suficiente siendo casi la única alternativa a su indispensable Monrepós? Hoy todos concluyen que no está preparada, ya no para competir con el Monrepós, como destacaban el presidente Javier Lambán o el consejero de Vertebración del Territorio, José Luis Soro, sino simplemente para sustituirla durante unos pocos días.

La vida sin poder atravesar este puerto cambia radicalmente para quienes lo recorren casi a diario. No es casualidad que sean casi 7.000 vehículos los que lo atraviesan cada día o que un 10% de ellos, casi 700, sean camiones. Su trazado era, en línea recta, el más corto entre Huesca y Jaca, aunque haya que ascender hasta los casi 1.300 metros de altitud, 500 más que por Santa Bárbara.

Esta diferencia, en el pasado, le daba más posibilidades a la actual A-132, entonces arteria de referencia en la red estatal de carreteras. Lugar de paso obligado antes de que la apuesta por invertir en infraestructuras se dirigiera hacia ese antiguo paso diseñado en los años 40 aprovechando la vía abierta durante la guerra civil por los militares. Aquella decisión que dejó en el cajón el trazado por Ardisa hacia el puente de la Peña ya está olvidada (o casi). Ahora los focos apuntan a todos los baches que los usuarios de Ayerbe y Murillo tienen que soportar a diario. Sí, en esa carretera «de fin de semana» que atrae cada vez a más amantes de las motos. Rodar por su calzada sería más pintoresco con un pavimento más cuidado.

Pero no hay como cerrar una arteria principal para constatar lo que antes afectaba a unos pocos. En torno a mil vehículos diarios soporta el eje de Huesca-Ayerbe-Murillo en dirección a un puente de la Peña que gracias a esta incidencia en la N-330 le han caído del cielo 2,5 millones de euros. Para arreglar su asfalto, para incluso repintarlo. Solo con quitar la oxidación ya ganaría en belleza esta infraestructura centenaria. Se construyó hace ya 105 años y parece que fue ayer, a la vista de su deterioro.

Explicaba la DGA en declaraciones a este diario que hace solo dos meses se había terminado un estudio que concluía que su estado era bueno. Días después le llovían 2,5 millones porque el deterioro es evidente. O para prevenirlo, aseguran. Pero esta semana el puente sobre el embalse de la Peña mostraba todas sus carencias a todos. Solo puede pasar un camión, por seguridad, ya que no está claro que pueda soportar más peso. Que pasen dos vehículos a la vez en dirección contraria es imposible. Cada día atraviesan este emplazamiento una media de mil.

Decía Soro que no ha sido cuestión de horas ni de tres años (los que lleva él en la consejería de la DGA) el deterioro en el puerto de Santa Bárbara y que cada euro que no se gasta en conservación ordinaria se multiplica por cinco en extraordinaria. Habría que calcular cuánto se gastó la última vez en asfaltar el puente de la Peña para medir la proporción, o cuándo se hizo. Treinta años en el olvido pasan factura, pero es que el Monrepós no había fallado nunca, siempre estaba ahí.

En esta vía tampoco se han ejecutado las inversiones que necesita al ritmo que el Alto Aragón esperaba. No al que sí ha crecido el tráfico, que parece estancado en los casi 7.000 vehículos diarios de media (que se multiplican en fin de semana y más si es invierno y están abiertas las estaciones de esquí). En los años 90 del siglo pasado no llegaban a 4.000. Cinco años antes eran menos de 2.500. Su realidad hoy es otra, y el Ministerio de Fomento avanza a su propio ritmo.

También invita a reflexionar la sucesión de incidentes en los últimos años con las laderas en las que se construye. Cada desprendimiento o deslizamiento se resuelve con viaductos.

Y es que pretender domar al Monrepós, según aseguran los geólogos expertos, es lo único que no es normal en esta carretera.