Un jugador de futuro. Adelantado a su tiempo. Todos los exzaragocistas que coincidieron con el Lobo Diarte en el vestuario lo recuerdan como un fuera de serie. Rompía con los patrones del fútbol de la época. "Era un jugador para el fútbol de hoy, un futbolista moderno en el sentido más amplio de la palabra. Pertenecía a una dimensión casi futurista. Es el mejor delantero que ha tenido el Zaragoza", asegura el exportero Manolo Villonava, que compartió vestuario con él durante una temporada. Recién llegado a la ciudad, a los ojos de sus compañeros era visto como un chiquillo inocente. Con apenas 19 años, aunque ya internacional, Diarte demostró sobre el césped los motivos que le habían hecho una estrella.

"Para mí ha sido uno de los delanteros más completos de la historia del fútbol. Tenía una velocidad y una técnica increíbles", afirma José Luis Violeta sobre la leyenda zaragocista. Otro de los que compartió vestuario y entrenamientos con el Lobo fue Juan Luis Irazusta. En esos tres años, otro de los exguardametas del club zaragocista explica que Diarte era "un deportista y un futbolista increíble. Entrenando era un atleta. Se salía de lo normal en el fútbol de entonces".

"Mi hermano, mi amigo"

Durante aquella etapa dorada del Real Zaragoza, con el Lobo entre sus filas, Nino Arrúa fue el jugador que estuvo más unido a Diarte. "Mi hermano, mi amigo. La última vez que hablé con él fue hace dos meses. Estaba sufriendo, no se encontraba bien y yo estaba algo preocupado. Todo Paraguay llora su muerte. Ahora nos espera en el más allá", afirma. Él fue quien habló en favor de Diarte para su llegada a Zaragoza: "Felipe Ocampos fue el primero de los paraguayos en llegar a Zaragoza. Después yo fui contratado y como Felipe ya estaba un poco mayor, Avelino Chaves y los dirigentes me preguntaron si conocía a algún jugador en Paraguay que pudiera suplantar, el día de mañana, a Felipe Ocampos. De ese modo Avelino Chaves hizo un viaje a Asunción y fue cuando encontró al Lobo Diarte. En poco tiempo él demostró su calidad como futbolista. Fue un gran compañero".

Arrúa define a la perfección lo que era su compatriota sobre el terreno de juego. "Un jugador rápido, que tenía una zancada impresionante y que con la velocidad que llevaba hacía unas gambetas con las que sorprendía a todos. Su estilo se asemejaba al que se practica hoy en día". Es decir, un profeta del fútbol de la actualidad.

Positivo hasta el final

El cáncer nunca frenó su optimismo. "Él estaba muy animado y convencido de que iba a superar su problema. Yo le decía que no bajase los brazos", afirma el entonces presidente del Zaragoza José Ángel Zalba. También recuerda con cariño las anécdotas que vivió junto al joven delantero. "Un día le tuve que comprar una guitarra porque no quería viajar a Vigo. Tenía un evento con amigos. Le tuve que convencer y le prometí una guitarra, que luego le compré. Al final viajó... ¡Y marcó dos goles!". Esa guitarra simbolizaba otra de sus pasiones: la música. Un hombre de fútbol y de música. Descanse en paz.