Hasta el año 2009 España no tipificó en su Código Penal el delito de trata de seres humanos. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado aplicaban el conocido como Protocolo de Palermo para combatir este abuso. Mientras llegaba esa penalización, en Zaragoza afloraban los clubes de alterne, especialmente, en el barrio Delicias, y la Unidad de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades documentales (Ucrif) de la Jefatura Superior de Policía de Aragón trataba de controlar este tipo de negocios.

Rápidamente, los agentes especializados en esta actividad delicuencial observaron que detrás de la prostitución de nigerianas solían estar mafias que amenazaban a las mujeres con un rito ancestral: el vudú juju. Una de las primeras operaciones en la capital aragonesa se desarrolló en el 2005, cuando la Policía desarticuló una red y detuvo a una docena de personas. Las chicas afectadas reconocían que no se atrevían a dejar la prostitución por miedo a los efectos de esta especie de hechizo en el que se emplean vello púbico y sangre menstrual, entre otros elementos. A ello se unía una serie de hombres corpulentos que controlaban a estas mujeres y que les inspiraban también temor.

Evolución

Una forma de actuar que ha evolucionado. El inspector jefe de la Ucrif en Zaragoza, Carlos Salicio, señala que actualmente el comportamiento de estas mafias gira en torno a la «fórmula del amor». Lo pudo ratificar en el último operativo que desarrolló en la capital aragonesa y que permitió liberar a 16 mujeres y detener a 11 miembros de la organización criminal.

«La figura del hombre que está detrás de ellas, que las vigila y que les pide la recaudación diaria se ha eliminado, ahora se les da libertad e incluso tienen acceso a teléfonos móviles, si bien se les come la cabeza hasta el punto de que ellas creen que forman una nueva familia en España, que no van a estar solas y que van a vivir mejor que en Nigeria», señala Salicio, mientras resalta que, para ello, la tradicional madame ha pasado a ser considerada como una mami. En territorio nacional tienen un apoyo, que son otras mujeres que han ejercido o ejercen la prostitución al igual que ellas. Estas, que son consideradas como las mayores, no les condicionan su vida, aunque sus ataduras a ellas tienen un nombre: 50.000 euros, cantidad que responde a la deuda que han adquirido para su viaje a España.

En este ambiente el vudú juju es «un recordatorio», apunta este inspector jefe especializado en esta materia desde el año 2004. «Siguen teniendo miedo a sus consecuencias, pero ya no es igual puesto que las víctimas tienen acceso a más información que entonces», recalca. Un aspecto que demuestra que estos ritos no son tan relevantes es que los amuletos o fetiches hechos con pelo y sangre ya no se emplean. «Estas mafias vieron que eran una prueba de cargo contra ellos cuando los requisábamos y han dejado de emplearlos», apunta.

El trato cariñoso o familiar es lo que justificaría que se haya dado la circunstancia de que algunas mujeres, una vez pagada la deuda, hayan decidido ascender a la condición de mami. El síndrome de Estocolmo es patente. En este cambio también juega un papel importante la edad. El inspector jefe Salicio resalta que «antes eran veinteañeras, ahora de 18 años o menores». Su poder de influencia aumenta.