En sucesivos actos públicos representantes del Gobierno aragonés han sido abucheados. Le ocurrió a la presidenta Rudi mientras era entrevistada en la SER, al consejero Bono cuando asistía a una jornada sobre protección de riesgos laborales y a la consejera Serrat en una conferencia organizada por la cátedra Ernest Lluch. En ambos casos, los próceres silbados no entendieron la situación. Probablemente porque los tres (sobre todo las dos damas) proceden de una cultura política muy en boga hoy, según la cual la autoridad y las funciones institucionales tienen más que ver con el simbolismo y la liturgia que con la soberanía popular y sus imponderables. Por eso doña Dolores, actual agente de los recortes en los servicios públicos esenciales (Educación), quiso ponerse interesante en una actividad académica blasonada por la memoria de Lluch, figura esencial en el desarrollo de dichos servicios (sanidad).

No dudo de que esto de los abucheos, las increpaciones y los escraches o similares tiene que ser muy desagradable para unas personas que venían a disfrutar del cargo. Las multitudes, como dice la gran jefa de Aragón, son gritonas e irrespetuosas... Sobre todo con quienes les están privando de unos recursos que hasta ahora compensaban mal que bien el aumento de la desigualdad social. Sin embargo, y ahí está la clave, esas mismas multitudes son ciudadanía, tienen derecho a votar y a protestar, a expresarse, a organizarse, a ocupar pacíficamente el espacio público. Zafarse de ellas resulta imposible para quien ejerce la política en una democracia. Se puede, tal vez, darle la vuelta a la normativa para impedir que una manifestación pase frente a las viviendas de los barandas. O también puede la Fiscalía pedir al juez que impute ¡por atentado! a quienes participaron en una sencilla tupperprotesta en la calle Alfonso, cerca del inmueble donde habita la consejera de Educación (barbaridad jurídica tan obvia y contraria al mero sentido común que llena de pavor a cualquier persona medio sensata). Pero al final la gente está ahí, y abuchea, silba o patalea. Qué menos.

En Aragón y en toda España están ocurriendo cosas terribles, ajenas a la lógica democrática. Hay trabajadores que se quedan en la calle, familias empobrecidas de un día para otro, personas engañadas y estafadas. La intranquilidad y el miedo campan a sus anchas. Y mientras, responsables políticos como Oliván, el consejero aragonés de Sanidad y Bienestar Social, tienen el cuajo de ir por ahí diciendo burradas, insultando a los trabajadores y a los usuarios de la sanidad pública y citando el nombre de Bárcenas en vano. Bárcenas... ¿No es ese el individuo que presuntamente organizó una red de financiación ilegal para el PP?.

Un respeto, por favor.