«Yo he tenido más de un accidente mientras conducía el tranvía. Siempre han sido golpes con coches. En ese momento te quedas tiritando porque sabes que llevas muchos pasajeros que son tu responsabilidad y que podría haberles sucedido algo. Sin saber quién ha tenido la culpa, todos te hacen responsable a ti. La de barbaridades e insultos que he tenido que escuchar».

Son las palabras de uno de los conductores del tranvía de Zaragoza, que ha preferido mantener su anonimato. Asegura que conducir un Urbos 3 no es sencillo porque los peatones no lo respetan y amenazan su propia seguridad cruzando la traza por zonas sin señalizar o con el tranvía acercándose. «Una máquina que pesa más de 40 toneladas no se puede frenar en seco ni desviar para evitar atropellar a alguien. La gente no es consciente de que se está jugando la vida», añade.

Tanto él como otros de sus compañeros, con los que ha hablado este periódico, aseguran que, en realidad, no sería necesario aumentar las medidas de seguridad porque el problema es la «concienciación». «Es que no se respetan las normas de circulación básicas», aseguran. Pero dada la situación, se han propuesto varias al ayuntamiento como colocar semáforos en el suelo, para los adictos al móvil, que las campanas hagan más ruido o que retrasen la línea de detención de los coches en los cruces.

Incluso plantean que se estudie una sanción para aquellos peatones que cruzan por donde no se debe. «Han empezado a hacerlo en Málaga y Bilbao. La Policía Local, en lugar de quedarse de brazos cruzados como aquí, amonesta y multa. Seguro que la gente se lo pensaba dos veces», añaden.

«Todos los días tenemos sustos y tenemos que dar algún frenazo», explican. «Los jóvenes, sobre todo, obvian que el tranvía está circulando y aunque toques la campana siguen cruzando por la traza». «Cuando tú vas conduciendo y ves a alguien pegado a las vías, aminoras la velocidad y cuando te das cuenta de que te ha visto, confías en que se va a apartar».

Creen que el problema es que «la gente se ha relajado». «Los primeros años apenas había accidentes y cada vez hay más, ya no son tan precavidos», comentan.

Aseguran que, por estos motivos, además de que hay que cumplir unos tiempos estrictos, llevar un Urbos 3 es muy «estresante», sobre todo en las fiestas del Pilar. Según cuentan, solicitaron al ayuntamiento que vallaran el recorrido en el centro de la ciudad o que, directamente, se interrumpiera el servicio desde Gran Vía hasta Murallas.

«Es muy peligroso porque esos días hay mucha gente, a todas horas, y además siempre aparece un grupito de borrachos que se pone a bailar en mitad de la vía».

Los trabajadores aseguran que a diario «evitamos accidentes». «Lo que intentamos hacer es adelantarnos a la situación y tratar de prever qué puede suceder para evitarlo», comentan, lamentando que no siempre pueden. «Lo que no es normal que la gente siga haciendo las misma imprudencias en puntos donde ha habido muertos», lamentan. «¿Y quién piensa en ese conductor que ha atropellado a alguien por una imprudencia del peatón? Nadie piensa en el cargo de conciencia que tiene para toda la vida. No es fácil vivir con ello y, aún así, a sabiendas de que no es nuestra responsabilidad, nos culpan», lamentan con rabia.