El Ayuntamiento de Zaragoza ha elaborado un plan director de infraestructuras verdes con más de 150 acciones concretas para un plazo de 20 a 25 años y con el objetivo de ser una ciudad más saludable, con mayor bienestar, biodiversidad y conectividad entre sus distintos espacios naturales.

Este plan se enmarca dentro del proyecto europeo "Zaragoza Life" que concluye el 31 de diciembre después de haber sido prorrogado un año debido a su complejidad.

En el curso de un desayuno informativo para desgranar dicho plan, la concejala de Medio Ambiente y Movilidad, Teresa Artigas, ha subrayado que para empezar a poner en marcha el proyecto hay partidas presupuestarias de 500.000 euros para 2018 y de un millón para 2019.

Según han explicado durante dicho desayuno los técnicos municipales de la Agencia de Medio Ambiente Montse Hernández y Luis Manso de Zúñiga, el plan pivota en torno al concepto de infraestructura verde, que hace referencia a la necesidad de conectar todo aquello que tiene que ver con la biodiversidad, la lucha contra el cambio climático o la mejora de la salud de los ciudadanos.

Una infraestructura verde sería, por tanto, una red estratégicamente planificada de espacios naturales y seminaturales de alta calidad para proporcionar un amplio abanico de servicios llamados ecosistémicos y proteger su biodiversidad.

Se contrapone así a la infraestructura gris, que al contrario que la verde, que es "inteligente económicamente" y se revaloriza, necesita un mantenimiento.

Los técnicos municipales han recalcado que con la sobreexplotación de los recursos se ha producido un punto de inflexión y "es el momento de actuar".

Y actuar sobre conceptos como la huella ecológica, que es la superficie que necesita cada persona para su vida ordinaria. Ésta en Zaragoza es de más de 5 hectáreas, cuando la media del planeta es de 1,8.

La capital aragonesa, además, tiene un gran reto por delante en este sentido, ya que con casi 1.000 kilómetros cuadrados es el noveno término municipal de España en superficie y, al contrario que otras grandes ciudades, la mayor parte de su suelo es de tipo rústico y natural; la zona urbana sólo comprende un 10 por ciento del territorio.

Por ello, los técnicos han insistido en que no sólo cabe hablar de parques, jardines y zonas verdes, sino también de la escala periurbana, que es la más problemática y la que plantea más conflictos al ser la transición entre lo urbano y lo natural, o del cuidado del entorno de los tres ríos y los humedales que atraviesan la ciudad.

Entre los retos a abordar se encuentran también los efectos sobre la salud, los psicológicos o sociales, la estética (en el sentido de mejora del paisaje urbano) o las llamadas islas de calor (las diferencias térmicas entre distintas zonas de la ciudad), que urge solucionar, por ejemplo, con más arbolado, capaz de reducir la temperatura hasta cuatro grados y de aumentar un 10 por ciento la humedad.

Pese a dejar claro que los resultados no se empezarán a ver hasta dentro de 15 ó 20 años, han resaltado que ya se ha actuado en varias zonas del término municipal, como el río Gállego, que es un "ejemplo" en España de restauración de una infraestructura verde.

Artigas, entre las ideas iniciales previstas, ha citado la eliminación del asfalto de la zona del parking sur de la Expo o actuaciones en los montes de Torrero y en su conectividad con el río Huerva. La conectividad, de hecho, es una de las nociones básicas del plan.