El CAI Zaragoza se había acostumbrado a convertir en ordinario lo extraordinario, como ganar al Valencia una vez sí y otra, también. Ayer el equipo naranja, un conjunto de Euroliga, pensado para incordiar a los más grandes, impuso su calidad, su intensidad, su amplitud de banquillo para estar siempre un paso por delante del CAI Zaragoza (69-77). El equipo de Joaquín Ruiz Lorente volvió a competir, eso es innegable, pone voluntad y corazón, incluso buen baloncesto a ratos, pero todavía le falta algo. Anda todavía buscándose, persiguiendo la manera de sacar el mayor rendimiento a una plantilla compuesta por piezas de calidad a la que aún le falta cohesión como equipo.

Y no termina de carburar por completo el CAI ni en ataque ni en defensa. Su producción ofensiva sigue antojándose escasa, sobre todo atendiendo a la capacidad individual de sus jugadores, y en defensa le falta aún intensidad y continuidad. Más aún si el rival es uno de los más duros, agresivos, de la competición como el Valencia Basket. Más todavía si los colegiados contribuyen con su ceremonia de la confusión, aplicando diferentes criterios --o ninguno, que es aún peor-- en cada zona, señalando faltas en pugnas de balón, metiendo a los locales en bonus en menos de tres minutos en el último cuarto y, en muchas fases, marcando más infracciones en ataque que en defensa. Los colegiados fueron objeto de las sonoras quejas de los aficionados durante y después del partido.

Los errores de los árbitros, desquiciantes más que determinantes, se sumaron a los del propio CAI Zaragoza para desembocar en la derrota final. Unas pérdidas en el momento clave, rebotes ofensivos que daban segundas y terceras opciones al Valencia, fallos bajo el aro, ataques precipitados en la recta final... imposibilitaron que el equipo aragonés pudiera darle la vuelta al marcador. Siempre fue por detrás, no a mucha distancia, pero siempre a remolque. Y seis puntos de diferencia contra el Valencia no son lo mismo que ante otro rival. Remontar por poco que sea al equipo de Perasovic requiere una concentración y aciertos continuados en ambas zonas, sin despistes, sin grietas.

EL ÚLTIMO PUNTO

No lo consiguió el CAI Zaragoza. Cuando no era Pau Ribas el que se deshacía con facilidad de Goulding era Harangody --otro pívot que acaba como máximo anotador en el equipo rival-- el que imponía su ley. Sí logró el CAI frenar a su rival tras un inicio frenético, obligándole a jugar posesiones más largas, pero le faltó un último punto de intensidad. El efecto Katic fue menor que en anteriores ocasiones porque el nivel defensivo del serbio es muy similar al que impone cualquier jugador del Valencia.

En ataque, echó el CAI en falta un mayor acierto de sus interiores, sobre todo de Norel, que tuvo una mañana aciaga, hasta que lo encontró en Jelovac en la segunda parte. El serbio, aunque hizo el cuatro y el cinco, está mucho más cómodo cuanto más lejos del aro. Sí ha mejorado el conjunto aragonés su acierto exterior, con un Goulding mucho más certero y lanzamientos más y mejor buscados, pero aún no ha encontrado su alero ni una fórmula concreta que le dé seguridad en los momentos complicados de partido. Detalles por pulir en el inicio de una temporada en el que el equipo debe adaptarse a tantos cambios.