Fe, familia y baloncesto son los tres pilares en la vida de Marcus Landry, feliz de haberse asentado en España después de transitar por diferentes países del mundo y de formar parte del CAI Zaragoza, donde ya está destacando en la pretemporada, cosa que le sorprende. No se suelta con el castellano, transmite calma y tranquilidad cuando habla, la misma que persigue en la nueva afición que se ha buscado desde que está en la capital aragonesa: aprender de manera autodidacta a tocar la guitarra española.

Marcus Landry es, ante todo, un hombre de fe. "Para mí las tres cosas son muy importantes. Primero la fe, la iglesia, en lo que creo, es lo más importante para mí. Lo segundo es la familia --tiene tres hijos--, la necesidad de cuidarlos y de darles una buena vida es muy muy importante, no hay nada más importante excepto Dios. Y luego están el resto de cosas, como el baloncesto y otras cosas que me apasiona hacer", explica el alero norteamericano.

Durante la adolescencia frecuentaba la iglesia, donde se involucró con la música. "Creo que empecé a tocar la batería, luego toqué, mejor dicho intenté tocar el piano, pero aquello no salió muy bien y cuando tenía unos trece años empecé a tocar el bajo, hasta los veinte años más o menos", rememora Landry que, de la misma manera que no ha desviado su camino de la fe, no ha perdido tampoco su afición por la música. "Hace un mes, cuando llegué a zargoza encontré una tienda de música y me compré una guitarra acústica y estoy enseñándome a mí mismo a tocarla. No es fácil, pero me da algo que hacer, me entretiene y me ayuda a estar centrado", asegura.

Lo que ya tiene afinada es la muñeca. En seis partidos de pretemporada se ha convertido en el máximo anotador del equipo junto a Stevan Jelovac (13,5 puntos de media), dato que le sorprende. Al conocerlo se ríe y se limita a decir: "No lo sabía, solo he hecho mi trabajo". La capacidad de anotación es una de las habilidades que puede aportar al equipo, pero se considera algo más que un anotador. "Creo que lo mejor que puedo ofrecer es versatilidad, porque puedo desenvolverme en varias posiciones, puedo aportar cosas en ataque pero también ser duro en defensa con mi altura en toda la pista, también puedo pasar y, en definitiva, ayudar al equipo a hacer las cosas más fáciles".

Esa versatilidad incluye alternar varias posiciones, sobre todo el tres y el cuatro, y más ahora que todavía falta un pívot por incorporar al equipo y Jelovac tiene que hacer también de cinco. No le asusta ni mucho menos esa posibilidad. "A lo largo de mi carrera he jugado en todas las posiciones, tanto de base como de escolta, de tres, de cuatro y de pívot y eso me ha ayudado a mejorar", apunta.

El baloncesto es para los Landry una cuestión familiar. Los padres, los hermanos y hermanas, alguna prima, incluso la esposa de Marcus han jugado en diferentes niveles. El más conocido es Carl, que ha pasado por Sacramento, Houston, Nueva Orleans y los Warriors de la NBA. "Mi hermano mayor está en la NBA, pero mi hermana juega en Francia, yo estoy aquí, así que todos jugamos desde muy pequeños, somos una familia de baloncesto. Mis padres jugaron también pero no a gran nivel", explica el nuevo jugador del CAI.

Con ese caldo de cultivo, tener un balón en las manos era algo natural. "Juego desde que era niño, pero no de manera realmente seria hasta el sexto grado. No recuerdo exactamente cuándo, pero tanto mi hermano como mi hermana y yo jugábamos a baloncesto todo el tiempo", dice el escolta. Por eso le encanta poder coincidir con la familia en una pista. "He tenido la ocasión de jugar con mi hermano con los Sacramento Kings y también he jugado un par de veces contra él. Siempre es divertido, estamos muy cercanos y me recuerda a cuando éramos niños y jugábamos juntos".

Tras jugar en el Instituto Vincent de su Milwaukee natal estuvo cuatro años en la Universidad de Wisconsin, donde coincidió con su hermano y estudió Ciencias de la Comunicación. "Sí, fue una gran experiencia. Cuando acabe de jugar a baloncesto me gustaría volver a la escuela y aprender más cosas". Aunque no salió elegido en el draft, después llegó a la NBA. "Jugué el primer año con los Knicks, luego con Boston y fue una gran experiencia estar también en la Summer League con grandes equipos, estar alrededor de la Liga fue una gran experiencia". Puerto Rico, Francia, Manresa, China, Venezuela, la Liga de Desarrollo... y, al fin, España.

"Me gusta España, he estado en muchos sitios y cada uno tiene sus cosas buenas, por supuesto, pero me gusta España, la gente es genial. Estar en un sitio como Zaragoza donde los aficionados son increíbles es una gran sensación, saber que cada partido vamos a tener a un montón de gente apoyándonos. Es una de las cosas que más me gustan", asegura Landry observando el pabellón vacío e imaginándolo lleno cada fin de semana.

De momento, todas las sensaciones son buenas. "Me siento realmente bien porque hay grandes jugadores pero, además de grandes jugadores, son buenas personas y eso marca la diferencia, cuando te encuentras con buenos compañeros, buena gente que, además, son buenos jugadores". No son solo compañeros, Landry ha encontrado "amigos, buenos amigos, nos lo pasamos bien".