Igual que en aquel lejano 2005 en el que Rafael Nadal, con 19 años recién cumplidos, la cinta en el pelo, una melena, aparatosos bíceps y pantalones de corsario, irrumpió en la Philippe Chatrier como una fuerza de la naturaleza para besar su primer Roland Garros y echarse sobre la tierra de espaldas con los brazos abiertos, ayer también se echó sobre la central, con el mismo gesto, una cinta en la cabeza, con menos pelo, para celebrar su diez de diez en Roland Garros tras destrozar al suizo Stan Wawrinka en tres sets (6-2, 6-3 y 6-1) en un partido sublime. Duró apenas 2 horas y 5 minutos, pero ya es parte de la historia del tenis y del torneo.

Una proeza monumental. «Comparable al salto de Bob Beamon o la primera Champions del Barcelona», bromeó orgulloso y emocionado su tío Toni Nadal, que le ha acompañado en las 10 finales en París y que ayer pisó la central por primera vez para entregarle una reproducción idéntica a la Copa de los Mosqueteros que le había dado el australiano Roy Emerson. La de Toni va para Manacor, con una inscripción muy especial: «Décima. Rafael Nadal. 2005, 2006, 2007, 2008, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014 y 2017». Regalo del torneo que antes le homenajeó con un vídeo en la pantalla central recordando todos sus éxitos, mientras el decacampeón de Roland Garros lloraba.

35 JUEGOS CEDIDOS / Pleno para un campeón extraordinario, único, un tenista de leyenda que ganó el título sin perder un set y cediendo solo 35 juegos, nuevo récord personal, superando los 41 del ya majestuoso 2008. La esperada batalla contra el suizo Stan Wawrinka quedó ayer para otro día y el propio suizo parecía tenerlo asumido cuando pisó la pista. Igual ya sabía los preparativos que le iban a hacer al campeón. Él mismo había dicho que se enfrentaba a «un monstruo», alguien casi imbatible en tierra y en París.

El suizo se dejó ayer en los vestuarios de la Philippe Chatrier esa locomotora de la que hablaba el sueco Mats Wilander cuando analizaba la final. La potencia de golpes de Wawrinka fue neutralizada por Nadal desde que le hizo break al suizo (4-2) a la media hora de partido. No le dio mucha más bola. El mallorquín se apuntó el set de carrerilla y encadenó una racha de siete juegos para ponerse en el segundo con ventaja: 3-0. Wawrinka no podía seguir su ritmo. A cualquier golpe ganador suyo, Nadal respondía con otro mejor y más efectivo, desesperándole.

LOCOMOTORA/ La única locomotora de verdad estaba al otro lado de la red, destructora, implacable. Nadal sumaba punto tras punto en busca. Su superioridad era tan clara que Wawrinka no pudo evitar romper la raqueta en dos y darse golpes en la cabeza, antes de ceder la segunda manga. Nada cambió en la última. Nadal empezó con la misma tónica, demoledor, con un break para acabar imponiéndose por 6-1, en una de las finales más rápidas, solo superada por la que jugó en el 2008, ante otro suizo, Roger Federer, al que ganó en 1 hora y 48 minutos cediendo solo cuatro juegos. Nadal ha vuelto a recuperar un título que parece tener casi en propiedad desde que ganó por primera vez en el 2005.

Doce años después de aquel triunfo, el tenista mallorquín sigue dominando una pista sobre la que casi ha conseguido la perfección total con 10 títulos, 79 victorias y solo un par de derrotas (en el 2009, ante Soderling) y en el 2015 (contra Djokovic). Wawrinka no había perdido ninguna de las tres anteriores finales de Grand Slam que había jugado hasta ayer, la primera precisamente contra Nadal en Australia (2014). Ya no podrá decirlo. Y Rafa, que se lleva un cheque de 2,1 millones de euros, será hoy el nuevo número dos del mundo. Instalado ya en la eternidad, Nadal sumó el cuarto título del año, posee ya 73 (53 sobre tierra y 15 Grand Slams). ¿Quién da más? Carlos Moyá, uno de sus amigos más cercanos y ahora también entrenador del mito mallorquín. «Obviamente, está en el horizonte (el número uno), pero vamos a intentar disfrutar de este torneo, de vivir el momento y ver en qué podemos seguir evolucionando», dijo Moyá al terminar la final. Otro reto más, otro desafío mayúsculo, recuperar el número uno, para el mejor deportista español de todos los tiempos.