Empieza el 2018 con un escenario similar al de otros años en los dos principales equipos de la ciudad, el Real Zaragoza y el Tecnyconta. Crisis deportivas, socavón de resultados e inestabilidad en los banquillos. Poco dinero en ambos casos, muchos problemas. Causa compartida, consecuencia común. En La Romareda, Natxo González afronta los dos primeros partidos de enero, los dos en casa, reforzado públicamente por el consejo de administración pero pendiente de la ley universal del fútbol: los resultados. Tiene la obligación de conseguir que el equipo reaccione contra el Barcelona B y el Tenerife para sobrevivir a este trance. Ni el director deportivo ni la Sociedad Anónima quieren cambiar de entrenador, en algún caso por convicción y fidelidad a la figura del vitoriano y en otros por algo más mundano: continuar por el camino emprendido en verano y evitar vaivenes bruscos a mitad de Liga. Otra cosa será que haya nuevas derrotas. También habría nuevas decisiones.

Al otro lado de la ciudad, el Tecnyconta ha descrito una curva semejante. Despertó una ilusión perdida en campañas anteriores y, a día de hoy, también está desilusionando. Seis derrotas consecutivas han metido al equipo en un agujero negro y al borde de la zona de descenso. Jota Cuspinera tiene el favor del público. Con Neal y Sergi García debió ganar más de cuatro partidos. Con ese lastre carga. Con el base en Valencia y el americano lesionado, la plantilla pierde mucho. Pero ha elegido un camino equivocado: que se hable más de él por lo que habla en las ruedas de prensa, algunas desmedidas, que por su trabajo como técnico.