Viajó al Bernabéu con la intención, expresada ayer, de ayudar a «seguir luchando por la Liga». Regresó con la victoria, gracias a su decisiva intervención y con la cifra redonda de los 500 goles con el Barça. Una efemérides simbólica y de celebración breve, natural por su parte, apenas un comentario en Facebook. Un punto y seguido porque la cifra alcanzará mayores cotas ante la larga que tiene por delante Messi, que cumplirá 30 años el próximo 24 de junio.

No había mejor semana que la pasada para alcanzar la redonda cifra de los 500 goles. Ante la Juventus para perpetrar otra remontada europea, y frente al Madrid para revivir en la Liga. Falló el primer día, pese a rematar más veces a Buffon (siete) que a Navas (seis) pero se coronó en el segundo, ante el eterno rival y en su estadio. En feudo ajeno. Allí donde se ven a los valientes.

Los 500 goles con el Barça incrustan a Messi en la élite de otra clasificación; en la de los diez goleadores más prolíficos de todos los tiempos. Aquellos que fueron capaces de anotar más de medio millar de tantos en su carrera. El astro ya está entre ellos. Además, se ha incrustado en la categoría de los futbolistas que anotaron 500 goles en un solo club.

La lidera Pelé (643 goles para el Santos), pero los demás están a tiro: el segundo es Gerd Müller (566 goles en beneficio del Bayern de Múnich) y a quien arrebató en su día el récord de goles marcados en un año natural. El más cercano es Uwe Seelfer (507 con el Hamburgo). «Queda aún mucho camino», escribió en Facebook, aludiendo a las cincos jornadas de Liga que restan, pero también a la carrera que tiene por delante.

Vapuleado como pocas veces en el Bernabéu pese a la ausencia de Pepe, Messi fue la diana movible del Madrid. La preferida de los francotiradores que protegían a Keylor Navas. El 10 del Barça sufrió 6 de las 13 faltas cometidas por los blancos. Sin contar el codazo de Marcelo que le hizo sangrar y que no fue sancionado por el árbitro. Todas fueron en la franja ecuatorial del campo, entre la demarcación de Busquets y la de Rakitic. Casemiro, Ramos, Kovacic... pudieron frenarle lejos del área. En ella no se atrevieron. O no anduvieron con suficiente rapidez. Carvajal lo intentó, pero el fugaz regate de Messi con la derecha en el 1-1 le hizo dar una patada al aire. Ni Carvajal ni nadie detectó la subrepticia aparición de la estrella en el 2-3 hasta que el tiro parabólico besó la red.

ESTRATOSFÉRICO PROMEDIO

Doce años menos (desde el 1 de mayo del 2005 al 23 de abril del 2017) una semana ha tardado Messi en cumplir 500 goles. De todas las facturas, de todos los colores, en todas las competiciones. Más representativo que el tiempo es el número de partidos que ha necesitado para conseguirlo: 577. Solo 577. Un estratosférico promedio de 0,86 goles por partido que amenaza con seguir aumentando. Para sumar los primeros cien, empleó 188 partidos; para completar los últimos cien, ha necesitado solo 106.

«Yo te regalé el primero», recordaba Ronaldinho, en un vídeo de homenaje distribuido por el Barça. El aprendiz ha superado con creces al maestro, no solo en el ámbito realizador. Aquella delicada vaselina que dibujó Messi sobre el meta Valbuena trazó, simbólicamente, la trayectoria de cómo ha acabado siendo su carrera, suave y ascendente. Y firme: esa tarde, Messi marcó dos goles, dos vaselinas. La primera fue anulada.

Aquel pequeño extremo que tuteló Frank Rijkaard, negándose a cederle a la Juve de Fabio Capello en el Gamper del 2005 («a los 25 minutos me acerqué a Frank y le pedí la cesión de Messi», confesó el técnico italiano) se ha convertido en un goleador sin ser un nueve puro. Les ha superado a todos: sus 500 goles engloban las etapas de Etoo (131 goles), Rivaldo (130), Kluivert (123) y Stoichkov.

Messi es un 10. En todas las connotaciones. Incluida la del comportamiento. En un Barça que conoció las personalidades caprichosas de sus estrellas, de Maradona a Schuster y de Rivaldo a Etoo, el mayor desacato de Messi ha sido no ir a entrenar cuando se enfada. «Nos volvimos con la alegría de haber dado un paso importante», continuaba el mensaje de Messi, que ayer no saltó al césped. Se le vio en el vestuario, retratado en una foto con Neymar y Suárez. El brasileño, enseñaba una camiseta de entrenamiento repitiendo el gesto de la noche anterior de Messi en el Bernabéu. Neymar salió en la foto del grupo en Madrid en una imagen del móvil de Leo, que le hizo una videollamada.