El Real Zaragoza cumple 80 años hoy, una historia con grandes e inolvidables páginas y que vive ahora su momento más delicado por obra y gracia de la caótica gestión de Agapito Iglesias. El destino quiso rendir su pequeño homenaje con el desenlace de un partido que el Zaragoza mereció ganar a Osasuna y que se lo arrebató su propia candidez defensiva y la falta de fortuna, porque lo rozó con los dedos. El gol de Hélder Postiga hizo aparcar los demasiados sufrimientos de la época reciente, permitió recuperar con nostalgia noches mágicas, porque la grada se olvidó de penas, de Agapito, de su devastadora acción, de un descenso que es una condena segura, y lo celebró como si el alma le fuera en ello, porque además era superar al gran rival, al enemigo por autonomasia. Era el minuto 85...

Sin embargo, dos minutos después, La Romareda era un funeral con el empate de Roversio, la imagen simbólica del momento del Zaragoza, donde cada golpe solo aumenta la colección de desventuras y de pequeñas y grandes tragedias que vive este equipo en los últimos tiempos. El rumbo al Infierno es una de ellas, pero eso hace tiempo que es un final ineludible en la práctica. El empate no saca de pobres a los chicos de Jiménez porque no sirve en la pelea zaragocista, donde solo vale ganar y rezar, pero sí demuestra que hay orgullo en este vestuario, que es capaz de competir como ante Osasuna y otras veces decide tirar el partido, como sucedió en Anoeta o en el tramo final de Málaga. Eso por citar los últimos ejemplos, porque la mediocre campaña realizada ha tenido múltiples escenarios de desidia. Muchos más con Aguirre, que tanto daño le hizo este curso al equipo, porque la mejoría con Jiménez es tangible en sensaciones y algo menos en resultados, pero evidente en todo caso.

BUEN PLANTEAMIENTO Vaya por delante que el Zaragoza mereció sumar el triunfo. A los puntos fue mejor que su rival. Más intenso, más ordenado y trabajado, sobre todo en la segunda parte, y mejor ubicado que Osasuna, que llegó dispuesto a empatar en La Romareda y que salió con el botín deseado. Los navarros son maestros en el arte de no jugar al fútbol y Jiménez, con un trivote en la medular y con muchos hombres por detrás del balón, supo plantearle bien el partido a Mendilibar, con sus mismas armas. Eso sí, el encuentro no pasará a la historia de la leyenda de buen fútbol zaragocista, pero tampoco se le puede exigir eso al limitadísimo equipo que han construido Agapito y Antonio Prieto en este curso.

Ahora, La Romareda ya solo pide carácter e intensidad, pelea y ganas. En definitiva, honor en los malos momentos, y el actual lo es. Argumentos que se presuponen, pero que bastan para que el estadio se enganche con los suyos, a poco, a muy poco, que le den. El Zaragoza salió dispuesto a hacer un partido sobrio y con el orden como premisa, sostenido en Pinter en la medular, aun con Dujmovic perdido y sin aportar apenas, y con el fútbol de Micael apareciendo para buscar aisladas conexiones con Postiga y Lafita.

Jiménez llenó de músculo y centímetros el equipo y como Mendilibar hizo lo mismo, el fútbol decidió desertar en la primera parte. Roberto anuló los intentos de Roversio y Damiá y el Zaragoza buscó sobre todo la velocidad de un Lafita muy activo y que fue quien más inquietó a Andrés.

Lafi tuvo dos ocasiones antes del descanso, donde no remató bien, pero la más clara la mandó al palo tras un centro de Luis García, otra vez casi desaparecido. Como Pinter amenazaba con ver la roja, Jiménez tiró de Zuculini y el brío del argentino aumentó las prestaciones de un Zaragoza que puso más carne en el asador mientras Osasuna solo se dedicó a ver cómo andaba el reloj, sin ninguna ambición más.

El Zaragoza tiró de fuerzas de flaqueza, rebuscó en los calambres de Mateos, ayer central convincente, para reubicarlo como punta y encontró premio en un zapatazo de Postiga. El portugués, que había mandado un cabezazo al palo en la primera parte, soltó un zurdazo que llevó al éxtasis. Hasta se escuchó el himno. La Romareda era una fiesta, pero llegaron los regalos. Obradovic obsequió con un córner, Dujmovic se dejó ganar el sitio por Raúl García y Roversio entró como un obús ante Paredes. El manual de cómo no defender un saque de esquina y sobre todo una renta lograda con kilos de esfuerzo en 85 minutos y tirada a la basura en dos. Otro golpe. Y van...