Se entendió desde el día de su presentación que habría poca poesía alrededor del Real Zaragoza de Agné, que aterrizó en La Romareda a finales de octubre con un discurso mucho más prosaico que el de sus antecesores. Y bien, su mensaje caló de entrada. Hablaba de atacar, de sacrificio innegociable, de no admitir excusas... De una única intención: «Jugar para ganar». En esas primeras comparecencias sentó las bases de su ideario futbolístico, por encima del equipo que dirigiese. En la previa del partido ante el Almería, su debut, no mostró fisuras: «Quiero ver un equipo que sea atrevido y descarado, aunque se equivoque. Y que el esfuerzo no lo negocien, eso es sagrado. Nos tocará correr como siempre, pero si quieres ganar, tienes que atacar», dijo el técnico en su primera respuesta. Llegaban esas palabras cinco días después de que Milla enrocara a su equipo en Valladolid, donde solo chutó una vez a puerta. Quizá por eso insistió el mequinenzano. «Me comprometo con una intención, que es la de jugar para ganar. Para ganar hay que hacer goles y para hacer goles hay que atacar».

El lenguaje sencillo y directo, unido a los primeros resultados, dio a entender un cambio en la filosofía y la disposición del equipo. Retumban esas palabras tras el partido de Tenerife, donde el Zaragoza se pareció al peor de Milla. Aquel de Zorrilla, que ni atacaba ni quería. Y que se defendió como pudo, mal.

Quizá el tiempo ha llevado a Agné a comprender a su plantilla de otra manera. «Tengo claro que soy yo el que me tengo que adaptar a los futbolistas e intentar sacarles el máximo rendimiento. Esa sí que es mi obligación», decía en octubre. A vuelta de dos meses y medio, queda claro que el entrenador no ha sabido exprimir las virtudes de su equipo, aunque en este aspecto se pueda repartir culpas con los propios futbolistas, que no han cumplido con el guion que imaginó el técnico después de su estreno: «Este equipo jugará a mucho ritmo».

A otra velocidad

No ha sido así. Se lo zampó el Girona jugando «a otra velocidad» y lo masticó el Tenerife durante 78 minutos antes de engullirlo. Luego manifestó Agné estar «satisfecho a nivel defensivo». Atronaron sus palabras, más recordando otro pasaje en sus palabras, esta vez antes de jugar en Mallorca. «A mí me han educado de una manera en la que no sirven las excusas. Jamás voy a aceptarlo, aquí estamos para rendir. Que no me vengan llorando», adujo convencido de que la mejoría llegaría pronto. Perdió a la cuarta en Getafe. 1-0, como en el Heliodoro, aunque la imagen fue bien otra. «Hemos hecho el mejor partido con balón». Cierto, no hace tanto. El Zaragoza dominó la pelota y controló durante muchos minutos al que hoy es uno de los cocos de la categoría, uno de los tres que van «a otra velocidad».

La realidad fue poniendo al equipo en una posición parecida a la anterior. Volvieron los errores graves, las dudas y algún que otro pretexto. «Necesitamos recuperar gente como el comer», señaló Agné tras empatar ante el Reus. Han vuelto casi todos, pero el asunto sigue bien parecido. «El error individual es humano, existe y uno lo tiene que entender, pero eso no quiere decir que tenga que suceder», advirtió antes de viajar a Cádiz, donde rizó el rizo: «Nosotros teníamos el balón, pero atacaban ellos», dijo aquella noche de brazos caídos. «Debemos jugar mejor porque eso nos acercará a la victoria. El fútbol bonito y que yo siento es combinación y verticalidad, es lo que hace daño», insistió en la previa del Girona. Después del partido se rindió, dando por perdido el ascenso directo: «Hay otras maneras de subir». Puede ser. La de Tenerife, donde se renunció al balón y el fútbol, no parece la más adecuada. Ni se aguanta.