“Alivio”. Esa fue la palabra justa con la que el bueno de Àlex Márquez, el pequeño de los Márquez, definió su situación tras conseguir, de manera muy brillante tras el británico Sam Lowes, la segunda plaza del Gran Premio de Aragón, que era su primer podio en año y medio, tras 32 carreras en Moto2, después de conquistar el título de Moto3. Alivio, que procede del verbo aliviar: quitar a alguien del peso que sobre él carga.

“Estoy muy feliz, pobrecito, ya se lo merecía. Lo ha pasado muy mal y ¡mira que ha trabajado duro!”, contó Marc Márquez, nada más abrazar a su hermano en el ‘corralito’ de Motorland, justo antes de ponerse el mono para irse a la parrilla de MotoGP y ganar su cuarta carrera del año, reforzando su liderato y candidatura al tricampeonato de la categoría ‘reina’.

ABRAZO ENTRE HERMANOS

“Cuando nos abrazamos nada más dejar la moto, empezamos a gritarnos como locos y, cuando se fue, pensé ‘lo habrás desconcentrado de lo suyo ¡menuda jugada!’, pero no, el tío hizo una carrera impresionante”, explicó Àlex, que se sentía ya mucho más relajado y feliz. Reconfortado, sería la palabra. Agradecido.

“Sí, muy agradecido al equipo, especialmente a Estrella Galicia que siempre ha confiado en mí”, cuenta Àlex. “Puede, sí, que todos ellos, viesen en mi un gran potencia, pero el deporte de élite, especialmente este nuestro donde los patrocinadores se juegan su dinero, quieren ver resultados, podios, victorias. Y yo me caía mucho, cometía demasiados errores y, sin embargo, el equipo y sus patrocinadores han seguido confiando en mi e, incluso, me renovaron antes de lograr mi primer podio de cara al año que viene”.

ERRORES ABSURDOS

El pequeño de los Márquez, que hace padecer más a mamá Roser y papá Julia que su hermano mayor, que ya va solo y como un tiro, explica que el parón de agosto le fue de maravilla. ”Estuve en casa, repase carreras, vi los errores que cometí, las caídas…y confirmé la tesis de que quería hacer más de lo que podía, correr más veloz de lo que podía y, sobre todo, cometí fallos sin sentido, impropios de un piloto que ya ha sido campeón. Cuando me caía y, luego, repasaba la telemetría con mi equipo siempre pensaba ‘pero, bueno, Àlex, como puedes hacer estas pifias’. Me avergonzaba haberlos cometido”.

Àlex agradece a todos los que le han animado durante este duro año y medio haber estado a su lado. “Y no hablo solo de la familia, el equipo, los patrocinadores o los amigos, no, hablo de muchos aficionados que me han enviado, a través de muchos sistemas, palabras de cariño y ánimo. No es fácil mantener la motivación cuando no te salen las cosas. No es fácil ir a los circuitos cuando temes caerte”. Lo único que piensa ahora Àlex, de 20 años, es mantener este nivel de pilotaje “¡y, ojalá, de resultados!” en las cuatro carreras que restan de temporada “para empezar con impulso la próxima temporada e intentar hacer algo grande, que ya toca”.