Se ha sacado un peso de encima. Luis Enrique soltó lastre el miércoles confesando públicamente que había tomado la determinación de marcharse del Barça. La barruntaba desde el verano, cuando lo anticipó a la cúpula del club, y solo esperaba el momento idóneo para anunciarlo. El adiós del entrenador al banquillo del Camp Nou, oficializado el miércoles, empieza hoy frente al Celta (20.45 h.), que le ha dado ya varios disgustos y pondrá a prueba la consistencia del Barça en su defensa del liderato.

Recuperada la iniciativa deportiva, con el equipo dependiendo de sí mismo a falta de 13 jornada del final, el foco del barcelonismo se dirige al banquillo. Luego se desplazará al césped, para comprobar si realmente el adiós de Luis Enrique ejerce como revulsivo a sus hombres, y posteriormente subirá hacia el palco, donde se elegirá al sustituto del asturiano, el más exitoso porcentualmente de la historia del Barça. Con 8 títulos ganados de 10 posibles (80%), supera los cuatro años de Guardiola (73%, 14 de 19 títulos). Quedan tres en juego.

Luis Enrique reconoce que se siente «un poco más aliviado» tras comunicar en público su marcha anticipada del banquillo del Barça después de tres años. La razón principal de su renuncia a continuar es la necesidad de descansar por «el desgaste» ocasionado entre la trascendencia que tiene el club y la intensidad con que viven ambos su profesión.

La única diferencia con Guardiola tal vez se refiera al trato con el vestuario. El entrenador del Manchester City alegó en su día que quería frenar la erosión que empezaba a detectar en la relación con los futbolistas. Luis Enrique, en cambio, ha centrado sus motivos en el cansancio personal: «Mi relación con el vestuario es ideal, diría que ha mejorado con el paso de los años. No me voy porque alguien me vaya a hacer daño o yo a alguien».

El asturiano confesó que sufre ejerciendo de entrenador porque no sabe desconectar. Ahora, sintiéndose liberado después de asegurar que se va, y enfilando el final de su carrera azulgrana, se ha propuesto «disfrutar de los últimos tres meses, dar mi mejor versión y ganar títulos».

La Supercopa de España cayó en el zurrón en agosto. El Barça tiene cerca la Copa (jugará la final ante el Alavés), se ha recuperado en la Liga (es líder y depende de sí mismo) y aún conserva la ilusión en la Champions ante el PSG, pese al 4-0 de desventaja. «Estoy un poco más aliviado y focalizando la atención en este final de temporada apasionante por lo que significa y los objetivos que buscamos».

EL CELTA, LA ÚLTIMA DERROTA

Ese apasionante final de temporada se inicia con la visita del Celta, el único equipo que le ha metido cuatro goles al Barça dos veces, ambas en Balaídos (4-1 y 4-3). Aquella fue la última derrota liguera del Barça, el pasado 2 de octubre en la jornada 7. Luis Enrique encendió la alerta sobre la llegada de un rival que les exigirá el máximo nivel por su particular dispositivo táctico en el que plantea duelos «de uno contra uno por todo el campo, excepto los centrales».

«Cada vez que nos ha ganado el Celta ha sido jugando bien a fútbol, que es algo difícil de ver; otros intentan ganarnos haciendo trampas, entre comillas, poniendo trabas y obstáculos», comentó, sin precisar ni dar nombres. Tal vez se refiriera al Atlético de Madrid, que en el último encuentro del Calderón no cortó la hierba ni la regó para impedir la mayor velocidad de balón del Barça.