“En algunos momentos, en muy pocos, sientes que el coche es una prolongación de ti mismo, que toda va cómo tu quieres. Entonces puedes buscar los límites en una perfecta comunión, es un momento mágico”, explicó hace años Fernando Alonso. La pasada noche volvió a experimentar ese “trance” para recortar 96 segundos e su máxima rival, cuando todo parecía perdido, cuando los suyos estaban hundidos, cuando extrajo lo mejor de si mismo para volar en la oscuridad del bosque de la Sarthe y teñir de épica su primera victoria en Le Mans.

El año pasado rozó la victoria en las 500 Millas de Indianápolis, cuando lo tenía todo calculado para apretar en las dos últimas vueltas. Después de liderar la prueba americana durante muchas vueltas, el propulsor Honda dijo basta envuelto en una nube de humo. El precedente aún resonaba en su cabeza, como la historia de Toyota, con 19 intentos fallidos para ganar Le Mans, demasiados precedentes para envolverse en optimismo frente a una carrera de 24 Horas. “Tú no ganas Le Mans. Es Le Mans quien elige al ganador”, suele decir Jacky Ickx, seis veces vencedor en Le Mans que aceptó la invitación como comisario porque “sería la única oportunidad de ir delante de Alonso en un coche de competición”. Pues Le Mans eligió a Alonso, pero antes le sometió a la prueba más dura.

Inicio muy complicado

Los nervios afloraron en el equipo desde la salida, desde que el Rebellion LMP1 pilotado por Andre Lotterer, impactó contra el coche número 8 de Toyota de Alonso, Kazuki Nakajima y Sebastian Buemi, que el suizo pilotaba en ese momento. La sustitución del alerón trasero por precaución hizo que Alonso heredara el coche numero 8 en segunda posición. Pero en su primer relevo, el asturiano ya dio cuenta de su calidad, de su ambición, para recuperar la primera posición frente al coche número siete de Kamui Kobayashi, Mike Conway y José María López, encargado de ese relevo. Alonso lo hizo poniendo el corazón en un puño a todo su equipo, serpenteando entre el pelotón agrupado de coche, pilotando por los sucios arcenes a más de 300 kilómetros por hora.

Remontada espectacular por la noche

El golpe de efecto llegó en las primeras joras de la noche. Un repostaje con coches de seguridad otorgó al coche número siete, medio minuto de ventaja, que pasó de los dos minutos cuando Buemi se saltó la velocidad máxima en una zona marcada con banderas amarillas. Buemi intentó recuperar terreno y no hacía si no cometer más errores, Todo parecía perdido. Fue entonces cuando emergió la magia de Alonso. El asturiano comenzó a volar en la noche de la Sarhte. Eligió sus reglajes, y entró en perfecta comunión con el coche, llegó al “trance” para imprimir un ritmo devastador que sacó de si a Conway, primero y a López, después, Limó 96 segundos en 43 vueltas., a más de dos segundos por vuelta, devolvió la moral a sus compañeros, y ,sobre todo, “les dejó unos reglajes que hacían al coche más rápido en recta y sin subviraje”, explicó Pascal Vasselon, jefe de equipo.

Toyota dejó que se peleasen

Primero Nakajima y después Buemí, lograron enjugar los 40 segundos restantes, hasta que el coche volvió a Alonso antes de mediodía para establecer la ventaja en más de un minuto. Y todo ello sin órdenes de equipos, jugándose el bigote, con seis pilotos conduciendo al límite. La ventaja llegó a una vuelta cuando Kamui Kobayashi, el más impulsivo y rebelde de los seis pilotos de Toyota, se saltó por error la entrada en boxes, se quedó sin gasolina, y consiguió llegar con el motor eléctrico. Todo estaba decidido entonces a falta de dos horas. Pero Toyota nunca intervino en la lucha, ni cuando un trompo de López intentando evitar que Alonso le cobrara más ventaja recordó que Le Mans no perdona a quien corre por encima de sus posibilidades. 14 de los 60 coches ya habían abandonado, la mayoría por accidente. Algunos sufrieron salidas de pista aunque lograron seguir como Juan Pablo Montoya, vencedor en Mónaco e Indianápolis. “Me salí por la noche. Es imposible establecer referencias en tu primera participación”, se quejó el colombiano.

Intento, de nuevo, en 'Indy'

Pero otro 'roockie', Alonso, si extrajo lo mejor de la noche. “Si quieres ser le mejor, o ganas ocho títulos en F-1, lo que es muy poco probable, o ganas en otras disciplinas”, repite el bicampeón del mundo de F-1 que ha puesto una muesca más en su palmarés. Ya puede uncir la victoria en Le Mans, a sus dos victorias en Mónaco, a sus dos títulos mundiales en F-1 que todo indica se reforzarán este año con un mundial de resistencia. El año que viene le tocara el turno de nuevo a las 500 Millas, al segundo intento para ganar la prueba americana , la primera bola de partido para alcanzar la Triple Corona, ese Grial que Alonso persigue.

Recordando a Marc Gené

De momento, disfruta de la victoria en una prueba legendaria —“ha sido mágico, es una pena que solo haya unas 24 Horas al año”, explicó extasiado— en una carrera que pronto cumplirá un siglo de vida, en la que Marc Gené inscribió en 2009 su nombre como primer vencedor español de la prueba. “En ese momento, me di cuenta de la grandeza de Le Mans, en ese momento me dije a mi mismo que algún día tendría que correr Le Mans”. Gené fue el encargado aquel año del último relevo de su equipo Peugeot, un honor que Toyota dejó esta vez en manos de Nakajima, el mismo piloto que vio como su coche se paraba hace dos años a falta de dos vueltas para ganar. “Vamos Kazuki”, escribió a Alonso en las redes sociales a falta de una hora. El asturiano no necesita esa foto, solo saberse fundamental en la primer victoria de Toyota, solo sentirse esencial en un equipo en el que marcó la diferencia.