Muestra ya alguna pata de gallo, menos grasa y mucha más masa muscular que 18 años atrás. Corría el año 2000 y Fernando Alonso se presentaba en Australia tras haber cubierto apenas una centena de kilómetros en pretemporada con un vetusto Minardi. Venía a Albert Park a comerse el mundo. Dieciocho años después ha recuperado esa ilusión. Se ha presentado en Melbourne con la chispa en la mirada de quien sabe que volverá a disfrutar. No luchará por el título, puede que no gane carreras, pero vuelve a sentirse piloto. Después de tres años, vuelve a tener un coche de F-1, mediocre, pero un coche de F-1.

Porque el McLaren motorizado con Honda no era un coche de F-1. Más de 700 puestos de sanción en parrilla en tres años de calvario, decenas y decenas de roturas de motor, de abandonos… Y lo peor, cuando el coche llegaba a meta, lo hacía a base de arrastrarse por la pista sin competir. «Nuestro objetivo en el inicio debe ser luchar para la quinta posición. Mercedes está un paso por delante, luego está Red Bull y Ferrari, y después debemos estar nosotros», calcula el asturiano.

McLaren inicia, sin embargo, este Mundial en lucha con Haas y Renault por hacerse con el cuarto puesto por equipos en la parrilla. «Iremos a más en cada carrera. De hecho este de Australia será nuestro peor fin de semana del año en términos de rendimiento». El español destaca que McLaren aún tiene un programa muy importante de mejoras que irán llegando en cada gran premio. El retraso se debe al tiempo extra que ha supuesto para los ingenieros adaptarse a un motor nuevo como el Renault. En la segunda parte de la temporada «quizá llegue algún podio, o quién sabe», aventura sonriendo Alonso.

LOS ELEGIdos / Puede parecer poco, pero en las cuatro últimas temporadas, las de la era del motor híbrido, apenas ha habido un puñado de pilotos que en cuatro temporadas se hayan subido al podio si no pilotaban un Mercedes, un Red Bull o un Ferrari. Lance Stroll, con un Williams, fue el único el año pasado; Checo Pérez, en 2016; Grosjean y Massa en 2015 y 2014. Nada hace pensar que este año sea diferente, así que puede haber un podio o dos a lo largo del año para un coche que no sea uno de los seis (tres equipos) que dominan el Mundial, puede que para Alonso, puede que para Carlos Sainz con un Renault «preparado para luchar por cosas importantes en un futuro muy cercano», dice el madrileño.

«Vamos a ser el equipo que más progrese a lo largo del año», aventura el antiguo bicampeón asturiano. Y no pide mucho. «No hace falta el coche más rápido, solo uno que esté a medio segundo del líder, con eso me basta», dice acostumbrado siempre a luchar contra coches más rápidos, incluso cuando ganó los títulos en las temporadas 2005 y 2006.

Con ese medio segundo de diferencia, el Nano volvería a divertirse mucho, lejos del McLaren con el motor Honda, con el que ni siquiera «podía defenderme en recta de pilotos ante rivales que no necesitaban arriesgarse para pasarme». Este año solo tiene que preocuparse de buscar los mejores reglajes, de hacer una buena salida -su gran especialidad-, de elegir una buena estrategia y luchar desde la primera vuelta esperando que algún acontecimiento favorable le brinde la ocasión de volver a un podio que no pisa desde el 2014, su último año en Ferrari. «Aquí en Australia suelen abandonar muchos coches, el año pasado sin ir más lejos, siete. La primera curva es complicada, pronostican lluvia… Sí, siento el cosquilleo», afirma.

«El 2012», recordó ayer Alonso, «conducía un coche que no era de los dos o tres equipos más rápidos, y gané carreras, lideré el Mundial, y luché por el título hasta la última carrera, hasta el último instante. Y si te fijas, Ferrari no ha vuelto a hacerlo desde que yo me fui. Ningún año han vuelto a pelear por el título». Y puede que en esta temporada tampoco lo hagan. «Creo que nuestro principal rival será el Red Bull», dice Toto Wolff, jefe de Mercedes, que teme el chasis de su enemigo.