Primero fue Juanito Oiarzabal el que llenaba páginas en todos los periódicos nacionales narrando sus aventuras en el Himalaya. Junto al alavés, Edurne Pasabán cogía carrerilla para ser la primera mujer en subir los 14 ochomiles del mundo. En Aragón Carlos Pauner recogía el testigo himalayista de Pepe Garcés. Los tiempos han cambiado y el ochomilismo no tiene la capacidad de arrastre de antaño. Ahora los himalayistas mediáticos del panorama nacional son el veterano Carlos Soria y el vizcaíno Álex Txikón. «Tenemos que aparecer para que los patrocinadores y todo el mundo estén contentos, pero si paso desapercibido, mucho mejor», confiesa Txikón.

Con tres años el vasco subió su primer monte: el Gorbea. Y está enamorado del Pirineo. «Habré estado 20 veces en la cumbre de la Peña Telera», dice Txikón, que fue el gran protagonista el miércoles pasado de las bodas de oro del Club Alpino Universitario. En el Paraninfo de la Universidad presentó su película titulada Everest: un reto sobrehumano. «Ya lo ofrecí en noviembre el Caixaforum. Es un largometraje de 80 minutos».

Txikón huye del adjetivo de himalayista mediático. El alpinista de Lemoa de 37 años ha conquistado 11 de los 14 ochomiles. Le faltan los tres más complicados. Son el Kangchenjunga, el K-2 y el Everest, junto al Annapurna. Y dice no tener un interés especial en cerrar el círculo. «Lo dejo estancado y no me lo planteo. No me agobio por esa carrera». Su primer ochomil fue el Broad peak en el 2003. Ha intentado el K-2 en tres ocasiones, subió el Nanga Parbat en el invierno del 2016 y ha fracasado en sus intentos en los dos últimos inviernos del Everest sin oxígeno. Txikón regresó de esta última aventura el pasado 8 de marzo. «En el Everest se han hecho 8.000 ascensiones y tan solo 150 sin oxígeno. Queríamos lograr un reto que nadie ha conseguido», afirma.

En la primera expedición alcanzó los 8.000 metros en el Collado Sur. «Este año hemos ido por la misma ruta y se ha planificado mucho mejor. Pero no ha podido ser. Esta vez casi nos quedamos en la misma altura». El gran problema ha sido el viento. «Es la corriente de chorro de jet stream, son vientos huracanados que te hacen recular. Se forman del choque del aire frío del Polo Norte y el aire cálido de los trópicos y es de componente oeste. Así estuvimos los 80 días en cada expedición». A esos vientos se unen temperaturas inferiores a los 30 grados bajo cero.

La capacidad mental es esencial para tener algunas posibilidad de culminar el reto. «Hay que ser muy recio y querer estar allí. Encontrarse muy motivado. Tienes que controlar tus nervios y que no se conviertan en pánico». Tras dos tentativas fallidas, Txikón no sabe si el próximo invierno hará un tercera intentona. «Me gustaría hacer un tercer intento. Pero hay que trabajar mucho. Me veo con ganas y con motivación. Son expediciones muy caras. No es como ir en primavera al Everest y se multiplica por diez el presupuesto. De pagar 25.000 euros, te metes con un equipo en un cuarto de millón de euros», afirma Txikón.

En el invierno el Everest es hielo puro. «Te enseña su versión más agreste y más abrupta. Y no hay precipitaciones. En 81 días nos nevó dos veces y muy ligeramente. Está todo helado y el viento deja los cielos azules», explica el vizcaíno. A lo que más mérito da en su currículum fue la ascensión invernal al Nanga Parbat el 26 de febrero del 2016. «Eso vale más que la carrera de los 14 ochomiles», indica.

Otro de los desafíos pendientes es el K-2 en invierno. Los polacos encabezados por Krzysztof Wieliki no lo consiguieron este año. «Cuando más cerca estuve de la cima fue en el 2011. Alcancé los 8.000 metros. La climatología es más complicada en el Karakorum que en el Nepal. Son 200 metros de diferencia y requiere más trabajo por la vertiente sur el Everest. Pero hay que tener suerte y acertar con las condiciones climatológicas. El tiempo es lo principal», finaliza.