De aquella tarde de triste recuerdo contra el Numancia, a la que el equipo llegó en estado de gracia después de una segunda vuelta maravillosa, quedó el desagradable sabor de la ocasión de oro perdida y la molesta certeza de que al Real Zaragoza le faltó ambición táctica en la primera parte. El equipo debió pasar la eliminatoria incluso con esa ausencia de osadía al inicio, pero faltarle le faltó. Unos cuantos meses después, ya en otra temporada, con otro capitán al mando y la ilusión regenerada y multiplicada, la Liga ha comenzado de manera optimista con ocho puntos de doce posibles y grandes momentos de fútbol: una primera mitad soberbia contra Las Palmas y un 0-4 redondo en Oviedo.

En el primer mes, este Real Zaragoza ha exhibido la solidez de un grupo con mecanismos ya interiorizados e importantes dosis de lo que careció en aquella tarde de junio en La Romareda: mucha ambición. El equipo que está construyendo Imanol Idiakez tiene unas señas de identidad muy marcadas. Propone un fútbol ofensivo, con tres delanteros tremendamente móviles y difíciles de sujetar por su calidad y versatilidad. La intención, hasta hoy, ha sido siempre valiente.

El técnico ha incidido en dos mensajes: había que aprovechar la energía generada en La Romareda la temporada pasada (y se ha hecho) y su equipo ha de ser ambicioso (y lo está siendo). En Almería es momento de insistir: ambición, más ambición.