No es bueno extraviar la perspectiva. Hasta hace cuatro jornadas, el Real Zaragoza era una máquina de perder y la curva que describía era amenazadora. La aparición de Láinez en el banquillo ha invertido esa tendencia de manera drástica y los ocho puntos conseguidos de doce posibles han situado al equipo en disposición de certificar la permanencia con relativa sencillez si mantiene el nivel futbolístico y competitivo. Ahora mismo, con ocho jornadas por delante, la salvación parece una empresa accesible gracias a la mano de santo de César: valoración de la situación muy diestra, soluciones tanto o más.

A partir de ahí, con la continuidad en la categoría alcanzada, saltará al primer plano el trabajo de Lalo Arantegui, cuyas decisiones hoy serán fundamentales para la suerte del Zaragoza mañana. No hay más que ver cómo lo han sido, en el sentido negativo, las que tomó Juliá. En este tiempo de planificación, desde el entrenador (Natxo González es el preferido del director deportivo) hasta el último de los futbolistas, será concluyente que la SAD haya aprendido de sus errores y que tanto Lalo como Barba, su segundo, resulten elecciones correctas. Necesitarán estabilidad, confianza, previsión, conocimiento, una dirección adecuada, acierto y un criterio sólido y no cambiante. Que Ángel no sea un día un delantero de andar por casa y al siguiente dios, que si hay un Ortuño en la plantilla no sea prescindible o que, por ejemplo, se entienda a priori, no a posteriori, que un Morán hubiera podido ser útil en la actual configuración. Método, sabiduría, destreza y puntería para que el futuro no sea como el pasado.