--Han pasado 30 años desde que dejó el Real Zaragoza y nadie ha mejorado sus números, una media de 22,4 goles por temporada.

--Eso parece, sí, estuve cinco años y fueron mis mejores cinco años porque te das a conocer a nivel nacional, fui a la selección, te haces un nombre, es también cuando tienes más ilusión por las cosas. Fue una época muy bonita.

--Tampoco se han igualado sus cinco goles al Espanyol en la temporada 78-79.

--Es curioso porque el portero del Espanyol era Urruti, que en paz descanse, con el que luego coincidí en el Barcelona y teníamos un compañero que siempre le decía, 'pero cómo esta mierda de tío te pudo meter cinco goles' y él se picaba (risas). Es uno de esos días inspirados, que rematas seis o siete veces a portería y acabas metiendo cinco goles.

--Fue también la mayor goleada del Zaragoza en Primera.

--Recuerdo que empezamos ganando 1-0 y nos empató Canito y de ahí pasamos a 8-1. Además, el técnico del Espanyol que había hecho el informe del rival había dicho que Alonso no iba bien de cabeza y marqué tres goles así. Cuando jugué en el Espanyol había gente que me recordaba que les había hecho cinco goles.

--Y sin embargo, ¿no confiaban en usted como delantero?

--No tenía pinta de delantero centro grande. La primera vez que me vio Arsenio en el vestuario dijo, '¿pero éste es el delantero que me han fichado?'. Luego metí 22 goles en 28 partidos y cambió de opinión (risas). Era más bien técnico, no quiero pecar de pedante, era listo porque ni era rápido ni más fuerte que los demás, pero tenía intuición y muchas veces me anticipaba a lo que podía suceder o a lo que podía pensar el defensa.

--¿Fichó por el Zaragoza antes o después del descenso?

--Yo había fichado antes de que bajara a Segunda, aproximadamente en febrero. Estaba en el Castellón en Segunda y el Zaragoza, a través de Avelino Chaves, vino a verme, se hizo con una opción de compra y me acabó fichando. Yo me comprometí en febrero o marzo, así que me incorporé después de descender. Pero apenas hice una semana de pretemporada porque tuve que ir a Toledo a hacer la Academia de las milicias universitarias.

--¿Cuánto tardó en debutar?

--Cuando me reincorporo el equipo ya está en marcha, no hago la pretemporada, y Arsenio me dice: 'tiene que trabajar físicamente', así que pensé que estaría dos o tres meses sin jugar hasta que me pusiera en forma. Pero las cosas se precipitaron, el equipo no empezó bien, creo que Arsenio discutió con Rubial, que era el extremo derecha, y entonces lo quitó del equipo y la decisión era, o me ponía a mí, que estaba corto de preparación, o ponía a Camacho. Esa era la duda, se especuló toda la semana y al final me puso a mí. Y ahí me quedé.

--¿Y en marcar?

--Un par de partidos y a partir de ahí empecé e meter goles y en 28 jornadas acabé marcando 22 goles. De hecho era el pichichi hasta la última jornada y me ganó Castro, del Deportivo, que en la última jornada metió tres goles.

--¿Recuerda el día del ascenso?

--Claro, fue el día de San Jorge. Me perdí el partido por un esguince de tobillo y recuerdo el campo gritando 'fuera, fuera' a Arsenio. Ascendíamos a falta de tres jornadas y la gente silbaba, no estaba contenta. Fue un año difícil porque al equipo le costó mucho, incluso llegó a estar noveno o décimo, pero cuando cogimos la racha prácticamente no perdimos ningún partido y fuimos líderes destacados.

--¿Qué vestuario se encontró?

--Recuerdo que estaba Jordao, que tenía unos problemas tremendos, que no se sabía si se quedaba o se iba y no llegó a jugar, estaba Arrúa, que salía de una lesión de rodilla. Arrúa y Jordao no se llevaban bien. Se acababa de retirar Violeta, estaba Ángel Royo, Pepe González, Nieves, García Castany, Junquera... Fíjese que yo de entrada les hablaba de usted.

--Sus números le permitieron ir a la selección en Segunda.

--De hecho en esa época solo había dos jugadores, Quini y yo, que habíamos ido a la selección estando en Segunda. Me acuerdo de estar en casa comiendo con un hermano que había venido a verme. Teníamos la tele puesta, con el telediario, y en deportes dicen que Kubala ha dado la lista para la selección. Empiezan a dar nombres y dicen 'y del Zaragoza, Alonso'. Y a mí nadie me había dicho nada, ni un rumor, así que ni pensaba que me pudieran llamar. Me enteré por el telediario. Me quedé con la boca abierta.

--¿Cómo fue su relación con la afición?

--Extraordinaria. A mí me apreciaron muchísimo, tuve mucha suerte. Siempre digo que la mejor época fue la de Zaragoza. También es cierto que mi rendimiento fue bastante regular y que pasamos algún episodio complicado.

--¿Como cuál?

--En mi tercer año ya era el capitán del equipo. Y se produjo la primera huelga de futbolistas. El Real Zaragoza fue el único, junto al Real Madrid, que se mantuvo firme e hizo huelga, que no se desconvocó pero al final empezaron las presiones. El Zaragoza mandó al juvenil a Sevilla y el Sevilla jugó con los profesionales y ganó 5-0. Como capitán le mandé un telegrama al capitán del Sevilla felicitándole por la gran victoria que habían obtenido frente a los juveniles. El siguiente partido jugamos en casa contra el Hércules y la gente estaba muy, muy, muy enfadada con nosotros. Recuerdo que marqué un gol desde fuera del área y la gente en La Romareda, en vez de aplaudir, seguía silbando. Fue durísimo. Pero la verdad es que a mí me trataron maravillosamente bien.

--¿Cómo fue ganando peso en el equipo?

--Yo diría que fue excesivamente rápido. A partir del tercer año, cada temporada me iban a traspasar, que si al Valencia, al Betis, al Madrid, al Barcelona... Cuando estaba Armando Sisqués de presidente llegaba al club, abría la puerta y decía 'hola presi, qué tal' y entraba. El resto de jugadores tenían que pedir cita para hablar con él. Muchos de los jugadores de la cantera que subían y tenían que renovar contrato me preguntaban a mí, era un poco consejero de los más jóvenes.

--¿Por eso se ganó fama de buen negociador?

--Yo no he tenido representante nunca, siempre he negociado personalmente. Me traspasaban al Barcelona dos años antes de marcharme. Vine a Barcelona con Avelino Chaves, me reuní con el club, con Gaspart, en febrero y me dijeron que me llamarían a la semana siguiente para pasar la revisión médica. Estaba Kubala de entrenador, jugaban la Recopa contra un equipo alemán, perdieron 0-4 y echaron a Kubala. Y el Barcelona tardó dos años en volverme a llamar. Entonces me llamó Sisqués, fui al club y me dijo 'mire, que le voy a traspasar'. Llegué a un acuerdo con Núñez por teléfono.

--¿La mejor época en el Real Zaragoza fue con Benhakker?

--El ataque era Valdano, Amarilla y yo. Era un pedazo de ataque, pero recibíamos más goles... Leo era diferente en cuanto a leer los partidos e interpretarlos. Recuerdo ir al campo del Betis, con él recién llegado, donde todos los equipos ponían un jugador para marcar a Gordillo, para que no subiera. Y Leo nos dijo Gordillo que suba cuando quiera, ahora, cuando robemos el balón, un punta cae a su posición y el balón tiene que ir allí cada vez, a ver si a la cuarta que suba el entrenador no le manda para atrás. Además, yo tuve muy buena relación con él al punto de que me decía, 'si Pichi está contento, el equipo está contento, si Pichi está triste, el equipo está triste'.

--Antes que con Valdano y Amarilla jugó con Amorrortu.

--Amorrortu cuando verdaderamente destacó fue con Boskov, Vujadin fue el que cambió los sistemas de entrenamiento aquí, nos sorprendió. Arsenio era como un padre, pero sus métodos de trabajo eran los que él había hecho toda la vida y era sota, caballo y rey. Boskov lo cambia radicalmente todo, empieza a hacer jugadas, a hacer posesiones con la mano, llegabas a entrenar y no sabías lo que ibas a hacer, era muy divertido. El problema de Boskov es que le costaba leer los partidos. Él inventó el media punta y retrasó a Amorrortu jugando en rombo con dos delanteros y él por detrás.

--¿Destacaría a algún compañero del Zaragoza?

--Jorge (Valdano) y Víctor (Muñoz) son los jugadores con más personalidad y carácter que he conocido. Además han sido muy silbados y criticados en La Romareda. Luego también valorados, pero en su momento Víctor recuperaba tres balones, perdía dos, le silbaban, le aplaudían, era una constante. Con Jorge pasaba lo mismo, le silbaban y él, en lugar de esconderse, que es lo fácil para un futbolista, cuanto más le silbaban, más quería el balón.

--¿Y de todos los entrenadores que ha tenido?

--De todos coges un poco, son muy diferentes todos. Tuve a Di Stéfano, Lucien Muller, Paco Gento, Obradovic... En el Zaragoza tuve a Arsenio, Villanova, Boskov y Leo. Y luego en el Barcelona a Menotti y a Venables y en el Espanyol, a Clemente. Javier para mí es de los mejores en lectura de partidos. De todos se aprende mucho. En el Zaragoza el que más me marcó fue Leo, con el que estuve más unido.

--¿Se encontró con algún defensa especialmente duro?

--Había uno en el Hércules que no jugaba nunca de titular y cuando jugaba contra el Zaragoza, le sacaban para marcarme cada partido, cada partido. Estaba el balón en nuestra portería, con un córner a favor del Hércules, y yo estaba en el medio campo y él me estaba dando pataditas.

--Después estuvo en el Barcelona y en el Espanyol.

--En el Barcelona no llegué a rendir y jugar como esperaba y en el Espanyol volví a sentirme futbolista. En Europa habrá muchos futbolistas que hayan perdido finales, pero que hayan perdido dos a los penaltis como yo... no creo que muchos.

--También estuvo en la final de Copa del 86, con el Barcelona.

--Sí, en el Calderón. Se disputó 15 o 20 días antes de la final de la Copa de Europa, entonces la gente no le daba importancia porque el Barça no tenía ninguna Copa de Europa y aquella se disputaba en Sevilla y contra un desconocido entonces como el Steaua de Bucarest, así que la gente pasaba de la Copa. Perdimos y ni nos criticaron ni nada. También recuerdo que el gol lo marcó Rubén Sosa de falta, yo estaba en la barrera, que no me ponía nunca, medio me aparté, me pegó, desvié la pelota y Urruti ya no llegó.

--¿Sigue al Zaragoza?

--Sigo al Zaragoza y no me deja tranquilo, la verdad. Hice una apuesta con Víctor, porque él tenía dudas, y yo le dije, no sé si subirá directo, pero seguro, seguro, que como mínimo está en el playoff. Y de momento me está sorprendiendo porque no acaba de arrancar. En esa situación en la que está el club, es muy difícil.

--¿Cómo fue su experiencia en los banquillos?

--Víctor y yo siempre habíamos hablado de hacer un equipo de trabajo. Yo estaba ya metido en TV3 y Víctor me decía, 'si pierde el Mallorca el domingo, igual lo cogemos'. Y yo rezaba para que el Mallorca ganara, porque era trastocar todo, pero al final perdió y moralmente estaba obligado a ir con Víctor. Además somos muy diferentes, yo soy el poli bueno y él el poli malo. Después me fui a Ucrania a entrenar porque lo que estaba haciendo en la tele se me había convertido en una rutina. Ahora creo que se me ha pasado el arroz.