España está considerada como el Himalaya de la espeleología. Y Aragón es un verdadero paraíso por la cantidad y la variedad de las cavidades existentes. El mayor desarrollo se encuentra en el área pirenaica, debido a los grandes espesores de caliza y a las fuertes precipitaciones, tanto de agua como de nieve, que favorecen la génesis y evolución de las cavernas. Por esto Aragón tiene una riqueza casi inigualable en España, con un total de 3.800 cavidades localizadas y exploradas.

Uno de los más conocidos y valorados es la zona kárstica del sistema subterráneo de Lecherines. Este año ha cumplido 30 años de exploraciones. Fue en 1987 cuando un grupo de entusiastas del Centro de Espeleología de Aragón, encabezados entre otros por Javier Castaño y Antonio Ruiz, impulsaron las campañas estivales. Estos dos veteranos espeleólogos siguen en la brecha de los trabajos bajo la montaña. Este año Mario Gisbert ha dirigido a 48 personas de diversos grupos espeleológicos españoles y extranjeros en la campaña de exploración del Centro Espeleológico de Aragón en Lecherines.

La banda caliza que recorre de forma longitudinal el Pirineo ha creado cavidades por todos los macizos de Aragón. Son muchos los lugares en los que exploran los espeleólogos nacionales. Lecherines se encuentra en el árido y escarpado macizo del Aspe, al otro lado de la estación de Candanchú. Cuenta con -1.009 metros de profundidad y 18 kilómetros de desarrollo. Otras cavidades tienen gran importancia mundial. Están en la Sierra Tendeñera, el macizo de Cotiella, las Fuentes de Escuain y el Sistema de la Punta de las Olas.

El punto culminante de la campaña en Lecherines se llevó a cabo del 12 al 20 de agosto. El campo base fue el refugio López Huici, a 2.030 metros de altitud. «Se realizaron once incursiones de grupos de espeleólogos, alguna de ellas de seis días de permanencia en la Sima del Baste. Se han alcanzado los 9.600 metros de desarrollo topografiado y 660 metros de profundidad», dice Mario Gisbert.

Hace 30 años la zona de Lecherines no contaba con ningún grupo de exploración. «Era una zona que estaba virgen y tenía bastante potencial. Nunca se había explorado de manera sistemática y se decidió empezar allí», afirma Mario Gisbert, que realizó su primera campaña en 1989. «Ahora tenemos 350 cavidades catalogadas. Las dos cuevas principales son Lecherines y El Baste. Cuando se unan se alcanzarán los 30 kilómetros, el sistema tiene un potencial de 50 kilómetros y drena en Villanúa en el río Aragón. Es la cueva de Esjamundo, pero no hay continuidad aguas arriba», dice.

La campaña comienza cuando la nieve desaparece de la boca de las cavidades. «Empezamos a finales de mayo y estaremos hasta que caigan las primeras las nieves», afirma. Entre el 12 y el 20 de agosto trabajaron 29 personas. «Se dividen en grupos de trabajo. Se hacen permanencias en la cueva de hasta seis días. Había hasta tres grupos de seis personas en la cavidad. Cada uno está en los diferentes vivacs de la cueva. Unos exploran e instalan cuerdas y otros topografían para hacer planos. Hacemos el esqueleto de toda la cavidad», apunta. El máximo pozo que cuenta el sistema es de -110 metros.

La temperatura

La temperatura interior de la cueva es de unos seis grados. «En los vivacs hay mantas isotérmicas con plásticos. Con hornillos la temperatura sube. La comida ocupa poco y da bastante energía. Llevamos sopas, caldos, frutos secos, latas... La típica comida para ir al monte». Se han usado en la campaña 1.100 metros de cuerdas, 300 anclajes y 300 kilos de comida. Los espeleólogos llevan un mono interior térmico que protege del frío y uno exterior de cordura impermeable para las rozaduras. Llevan un casco con iluminación y botas que agarran bien en agua y en barro.