El Gran Premio de Aragón dejó otro domingo de carreras maravilloso, mágico, coronado con la prueba de MotoGP más rocambolesca de las que se recuerdan en los últimos años. Fue espectacular, por supuesto por lo imprevisible, por lo extraño que es ver rodar a todos los más grandes por el asfalto de Motorland. No a todos, a casi todos. Hubo uno que fue más listo, Jorge Lorenzo, un bicampeón del mundo que ayer se quitó dos pesos de golpe. Cambió de moto a tiempo, cuando el cielo había convertido en real su amenaza, y logró el primer triunfo de la temporada. Sobre todo, conquistó lo que más deseaba: una victoria en el trazado de Alcañiz, que se le había resistido hasta ahora y que celebró como un equilibrista puesto en pie sobre su moto.

Una exhibición, pura magia abajo y arriba, en las gradas, en las pelousse, en el paddock. Motorland entusiasma, apenas se le encuentran peros, y su capacidad, casi personalidad, estilo, es tal que se ha hecho fuerte, bien capaz de sobreponerse a un día gris oscuro como el que se le planteó ayer desde el cielo. Lo que hace un lustro hubiese sido un problemón de tomo y lomo, ayer se trató como una cosa cotidiana. Lo que es, ni más menos.

Fastidió la lluvia, claro, a aquellos que tanto velan por el circuito, por el gran premio, durante los 365 días del año. "¿Y si hubiese salido un domingo soleado?", se preguntan. Saben la respuesta, aunque la callan. Habría sido día de récord, seguro. El año pasado 61.303 personas pisaron el trazado bajoaragonés el día de las carreras (108.042 en el total del fin de semana). Ayer fueron 66.584, cinco mil más, para un total de 112.331 (17.195 el viernes y 28.352 el sábado). Faltaron unos veinte mil si se tiene en cuenta que se habían vendido el 25% más de localidades que en el GP del 2013. La marca a batir estaba, está, aún en el 2010, el año de la primera edición, con 70.124 espectadores y esos 116.931 que son plusmarca. Con el sol bien alto ayer sobre la Estanca, hubiesen sido, en apreciación ligera, más de 75.000 espectadores el domingo y unos 135.000 entre los tres días.

Por lo demás, se puede hablar de un circuito consolidado en el Mundial de motociclismo. Y más, de un gran premio que gusta, que es de los mejores, que quizá este año sea otra vez el mejor. Las dudas de los primeros eventos, las que había dentro y las que llegaban desde fuera, se han ido disipando. ¿Que llueve? Pues que llueva. ¿Que hay atascos? Claro, como en Montmeló cada año. Por no hablar de otros sitios de accesos tortuosos y anticuadas condiciones. Aragón, cuentas al margen, puede presumir de tener un circuitazo de un nivel alto, altísimo, con una pista diferente y unas instalaciones poco comunes. Se ha hecho un hueco en el calendario, además, en estas fechas de septiembre en las que se asegura no solo unas temperaturas aceptables sino una razonable distancia en el tiempo respecto a los otros tres grandes premios que se viven en territorio español.

En otro momento perdería afluencia. Hasta Alcañiz llegan muchos aragoneses, pero la mayoría la forman catalanes, madrileños, valencianos o andaluces, por decir. Más la ración de extranjeros que no falla cada año en las carreteras del Bajo Aragón, hasta donde llegan, sobre todo, en motos. Por ahí se ha conquistado el corazoncito de los más nostálgicos, dígase románticos si se quiere. Lo que fue un problema de infraestructuras (faltan hoteles y unas carreteras más adecuadas), se ha convertido casi en bendición. Aragón encandila, hechiza. Es la magia. La magia de Teruel.