Es Marc Márquez Alentá. Tiene ya 25 años. Posee seis títulos: 4 de MotoGP (2013, 14, 16 y 17), uno de 125cc (2010) y uno de Moto2 (2012). Desde su aparición en la categoría reina (2013), ha arrasado. Gana el 36% de las carreras; sube al podio en el 63% de los grandes premios; ha logrado el 43% de las poles y sumado más puntos que nadie.

Primera cualidad. Primera razón de por qué es el mejor. No solo nació para esto, sino que disfruta. «Es imposible ser veloz si no te diviertes», asegura. No es su profesión, aunque lo parezca. Es su hobby, aquello con lo que disfruta a tope. Jamás le da pereza entrenarse, sea física o técnicamente, sea maltratándose en el gimnasio, dando saltos en las pistas de cros o en los circuitos.

Segunda, la familia. «Aquí no entra ni dios», suele decir partiéndose de risa cuando habla de sus tres núcleos intocables. Familia: papá Juliá, mamá Roser y su hermano Álex. Equipo de trabajo: Emilio Alzamora (su mánager), Ramon Márquez (fan club), Genís Cuadros (su preparador físico), José Luis Martínez (ayudante) y team de comunicación con Oriol Malgosa, Albert Bosch y Alejandro Ceresuela (fotógrafo personal). Y el equipo técnico, liderado por el ingeniero Santi Hernández y Carlos Liñán.

Tercera, sabe escuchar. Todo corazón. Todo valor. Todo ímpetu. Arrojo. Coraje. Determinación. Carácter ganador. Único. No importan las dificultades, ni físicas, ni técnicas, ni del trazado donde se corra. Con el paso de los años, Marc ha madurado una barbaridad y ahora todos los que le rodean aseguran que le gusta escuchar las opiniones del resto. «Es una esponja», suele decir Emilio Alzamora.

Quinta, sus manos. Nunca sale a la pista con dudas. Sabe que la moto que han puesto en la parrilla los gurús japoneses y el equipo de Santi Hernández es la mejor posible. A partir de ahí, todos saben que están en sus manos. Tenga la moto que tenga, él le saca el mayor partido. No admite excusas.

Sexta, es perfeccionista. Y no solo en el box, en el circuito, también en casa. Jamás tiene suficiente y siempre es muy autocrítico. «Única manera de avanzar», señala Alzamora. Cuando gana por más de 10 segundos de diferencia con respecto al segundo, siempre dice: «Sí, pero nos ha faltado esto». Y, otras veces, cuando es tercero, a 10 segundos del primero (cosa que casi nunca ocurre), sentencia: «Era lo máximo con lo que teníamos». Perfeccionista a tope.

Séptima, la empatía. Inteligencia emocional. La capacidad para identificar, entender y manejar las emociones correctamente, de un modo que facilite las relaciones con los demás. De ahí su empatía con todo el entorno: familias, equipo, fans, prensa...