Diogo Verdasca quiso ofrecer una rueda de prensa a petición propia. Quería mostrar su arrepentimiento por la acción que protagonizó el pasado sábado en La Romareda, donde fue expulsado por protestar de forma airada las decisiones de Cordero Vega, soltando declaraciones que suelen ser castigadas lejos de las altas esferas. Verdasca cometió un primer error al referirse con malos hábitos al colegiado, y un segundo al persistir en su equivocación. Estaba preso por la impotencia que sentía ante la actitud del trencilla, contexto que no exime de culpa al defensor portugués. «Quiero pedir disculpas a todos. Al Zaragoza y a mis colegas», dijo Verdasca.

Se presentó antes de iniciar el entrenamiento bajo la mirada del director deportivo del Real Zaragoza, Gonzalo Arantegui, que no se quiso perder un detalle de aquello que decía una de sus principales apuestas deportivas en este proyecto. Verdasca habló en castellano, un idioma que ya empezó a ensayar durante sus últimos meses en el Oporto y que cada vez tiene más dominado. «Todo fue un fallo mío, una acción que nos ha costado el jugar con un jugador menos, condicionándonos el partido. Voy a aprender de este error», espetó.

La cara de Alberto Zapater durante aquella situación de la primera parte ejemplificó la gravedad del asunto; Verdasca pecó en exceso por su condición inexperto en este fútbol. Fue su tenacidad ante el colegiado lo que le terminó condenando. La mediación del capitán zaragocista para templar los ánimos de Cordero Vega fue estéril ante la insistencia suicida de Verdasca en repetir los improperios. «Fue un momento caliente, ninguno está más arrepentido que yo. El equipo terminó con menos dos jugadores por mi culpa y no puedo volver a cometerlo», explicó.

LA PENA DE VERDASCA

Es habitual ver que los defensas centrales copen las posiciones más elevadas en los ránkings de faltas cometidas, y también en el de jugadores más amonestados. La lógica invita a pensar en que, cuantas más acciones de contacto protagoniza un zaguero más posibilidades tiene de ser apercibido.

El caso de Diogo Verdasca es paradigmático, el defensor portugués no se caracteriza por ser agresivo en las disputas, ni emplearse con una exacerbada suciedad. De hecho es un perfil de jugador que despeja los balones con frecuencia (51 esféricos repelidos), además de ser efectivo en sus entradas ante sus rivales, con un alto porcentaje de éxito. Pese a todo ello, Verdasca se encuentra en la cima de jugadores más amonestados, con siete cartulinas, y una tarjeta roja inapelable. Sin embargo, el central no se encuentra entre los jugadores que más faltas han realizado, más bien todo lo contrario.

Los colegiados le han señalado un total de catorce faltas en lo que va de curso, lo que hace que cada dos acciones señalizadas por el árbitro vea una cartulina amarilla. Estos números distan mucho de otros jugadores que ocupan su misma demarcación, como es el caso de Carlos Hernández. El central del Real Oviedo ocupa la tercera posición en el podio de jugadores que más faltas provocan, con 44 acciones apercibidas por los árbitros. Con todas estas acciones, únicamente ha recibido dos cartulinas amarillas. O el caso de Federico Barba, del Sporting, que ha realizado 42 faltas y ha sido apercibido en cuatro ocasiones. Diogo Verdasca y el continuo castigo de los contextos arbitrales.