Está tan saturado el aficionado zaragocista de esta Segunda insufrible y es tan grande el deseo de salir zumbando, como sea pero salir, que cualquier buena tarde sirve para extrapolarla, agarrarse a ella y convertirla en el argumento más sólido. Bueno fue el partido contra el Alcorcón, con un golazo para el recuerdo de Dongou, otro de bella factura del protagonista de la tarde y una vibrante remontada con el juego como aval. Bastó ese triunfo para generar una enorme corriente de optimismo, nacida sobre todo del corazón y de ese anhelo colectivo irrefrenable por regresar a Primera. Eso produjo aquel 3-1: la multiplicación del entusiasmo.

Detrás de la victoria hubo juego y se quiso, precisamente por ese deseo incontenible de escapar de este páramo, que hubiera también una tendencia de mayor alcance, aunque en realidad no la había. El de Alcorcón fue un encuentro notable que había estado precedido de otros dos --en casa contra el Mallorca y en Valladolid--, que nada tuvieron que ver con el primero más que en el resultado.

Dongou verbalizó aquel sentimiento colectivo. "Jugando así no perderemos ningún partido". Y efectivamente, así, así como la tarde contra el Alcorcón, el Zaragoza no perderá contra nadie. Pero así, como lo hizo en ese 3-1, este equipo ha jugado en contadas ocasiones. En medio de ese clima de euforia emocional, Ponferrada era observado como el lugar perfecto para dar otro golpe a la Liga y situarse a un punto del ascenso directo. El empate dejó más amargor que dulzura. Todos queríamos más, aunque puede ser aventurado y disparatado pedirle más a quien ha hecho diez de los doce últimos puntos, estupendo balance.

La realidad del Real Zaragoza es esta. Es un equipo sin fiabilidad, de claros y oscuros, de altos y bajos, de contrastes continuos incluso de una semana para otra, capaz de ganar con todas las de la ley al Alcorcón y de estar a punto de perder en El Toralín. Capaz, por supuesto, de ascender. Y de no hacerlo. Porque el Zaragoza es como la categoría: impredecible (mucho más aún sin Lanzarote ni Freddy). Y porque las más de las veces el Zaragoza ha jugado así, como en Ponferrada, y no de aquel modo que soñó Dongou y soñamos todos.