Borja Iglesias es de élite. Es un ariete que, pese a ser su primer año en Segunda, está demostrando con creces tener potencial para jugar en la máxima categoría del fútbol español. Su determinación de cara a portería ha quedado patente en multitud de ocasiones. Es habitual ver marcajes individuales al atacante vigués. Tratan de enjaularle, sus rivales no quieren dejarle metros por delante, ni que pueda tener cancha para realizar sus brillantes movimientos de falso lento.

Sus aptitudes le están convirtiendo en el deseo de un amplio puñado de equipos de Primera, además de algún que otro club del Reino Unido. Detrás de todo el elenco de virtudes sobresalientes que hacen relucir a este titán destaca una asignatura donde el gallego todavía debe mejorar; el remate de cabeza.

Daniel Lasure sirvió al corazón del área tres centros laterales. Unos balones colgados con maestría, únicamente pendientes de que Borja Iglesias consiguiera mandarlos al fondo de las mallas. Sin embargo, el coloso gallego no consiguió sacar petróleo con su testa de estas asistencias en ninguno de los tres intentos -pese a que el movimiento y el salto fueran muy correctos-. Fue una muestra de este tipo de remate no es la mayor habilidad de Borja. Y es que, de sus últimos 64 goles, tres han sido de cabeza.

Un gol de cabeza por año

El Celta de Vigo B de estos últimos años ha sido un equipo que ha jugado por bajo. Su estilo de juego era combinativo, de asociación, es por ello que rara vez ejecutaban un plan de balones aéreos. La última vez que el futbolista cedido por la escuadra celeste anotó con su testa fue frente al Real Valladolid B, en la temporada 2016-17, con un remate que rebotó en el suelo para colarse por la escuadra. Una temporada atrás, ante el Izarra, volvió a firmar un gol de este estilo, aunque de forma diferente. No se trató del clásico remate por alto que bate al portero, en esta ocasión se trató de empujar con la cabeza un balón que botaba en línea de gol después de que hubiera impactado en la cruceta.

En el curso 2014-15, Borja Iglesias anotó un tanto de bella factura tras finalizar un balón aéreo. La consecución de este gol levantó los aplausos de Barreiro, la cancha donde el filial celeste disputa sus encuentros de Segunda B. El tanto facilitó un triunfo que amarró la permanencia del segundo equipo vigués.

Fuera del campo siempre parece todo más sencillo. Acomodado en una butaca, o desde el televisor; alejado del juego parece que sea sencillo ejecutar con acierto ciertas acciones, pero no es así. Borja Iglesias se pudo haber marchado de Los Pajaritos con un hat-trick y el balón firmado por el resto de sus compañeros, pero las circunstancias del encuentro se lo impidieron.

Borja volvió a demostrar que, pese a no marcar, su propia presencia es sinónimo de peligro. Siempre deja esa brega incesante por buscar el desmarque, de estar en el momento oportuno, o su juego de espaldas que permite amaestrar la jugada y crear una oportunidad de ataque. Borja Iglesias ha demostrado ser un ariete polifacético. Posee una amplia variedad de recursos para generar peligro y, sobre todo, para anotar. Sin embargo, pese a sus hechuras de ariete robusto no destaca por una efectividad por alto. El rematre de cabeza es la asignatura pendiente de Borja para ser un atacante total.