Una vez mas, Aspanoa llama a las puertas de nuestra sensibilidad con los dulces nudillos de su ya eterno por entrañable partido. No debería hacerlo porque siempre están abiertas de par en par a una familia de la que todos somos hijos. Pero insiste en hacerlo año tras año, con puntual y comprensiva insistencia paternal, impulsados por la responsabilidad de mantener viva la llama de la esperanza que anida en sus corazones y almas rotos en alguna ocasión.

La Asociación de Padres de Niños con Cáncer de Aragón, pese a todo, no se detiene en lamentarse por sus experiencias personales, sino que nos inyecta alegría una mañana de domingo en La Romareda. Es tan poco lo que piden y significa tanto para ellos... La enfermedad, sus consecuencias, los efectos colaterales que provocan en los familiares de los niños por los que luchan no siempre venciendo, son muchos frentes abiertos, demasiados para dejarles solos o distraernos de su ingente batalla.

Ellos, amables, con heridas personales sin cicatrizar, nos recuerdan que el cáncer, por desgracia, no entiende de edades. Y lo hacen con una sonrisa, su principal arma para que comprendamos que su bendita locura de soldados consiste en recolectar el mayor número de medios posibles para su bendito ejército de ángeles en peligro.

Aspanoa organiza otra fiesta de fútbol y humanidad, su partido, para seguir creciendo y ganarle terreno al cáncer en un duro pulso que no cesa. Lo golea en cada edición con la asistencia de sus hijos, de los que entrarán este domingo a las 11.30 por las puertas de La Romareda para disfrutar, por solo 2,5 euros, con los veteranos del Real Betis Balompié y el Real Zaragoza.

Los aragoneses han entendido hace mucho tiempo que forman parte de esta familia. Por eso, una vez más, cerrarán filas y abrirán sus corazones por ella en un encuentro por la vida, la esperanza y la ilusión. Por la solidaridad con uno mismo.