Jugadores y entrenadores vienen y van y nada cambia en este Real Zaragoza atrapado en la agonía que se ha convertido su paso por Segunda División. Es la cuarta temporada consecutiva que deambula por la categoría, el peor momento de sus últimos sesenta años de historia, y ha llegado a la mitad de la campaña perdido en zona de nadie, con más oscuros que claros en su juego, en su planificación y, lo que es peor, en su futuro. El zaragocismo vive en una pesadilla de la que no hay manera de despertar.

En Tenerife, más de lo mismo. Nuevo planteamiento, con seis jugadores distintos en la alineación, y el juego fue tan plano y desesperante como siempre. La derrota,y con ella la sensación de otro paso atrás, era solo cuestión de tiempo. En media temporada ve el ascenso directo tan a lo lejos que es solo una quimera y aún tiene que ganarse ser un candidato firme a los puestos de promoción. Con 21 partidos por delante el Real Zaragoza está a tiempo de todo. Pero solo con los números en la mano, porque la sensación es la misma que los últimos cuatro años, la de un equipo sin rumbo, sin calidad suficiente, sin recursos, con demasiadas carencias y necesidades, demasiado lejos del objetivo de este club que no puede ser otro que ascender a Primera.

El tránsito por Segunda ya no es un pequeño paso por el purgatorio sino una condena que parece eterna. El Real Zaragoza necesita un cambio de verdad y no decenas de pequeños cambios: una plantilla nueva cada año, un entrenador diferente cada seis meses. No hay una línea argumental detrás, no existe una estrategia definida. Lo único estable es el cambio. El Zaragoza de Agné no es mejor que el de Milla, el de Milla no era superior al de la temporada anterior y así sucesivamente. Otro tanto puede decirse de los numerosos jugadores que han pasado por La Romareda, la mayoría sin pena ni gloria. Lejos de revalorizarse, todos parecen peores al irse que al llegar. Y qué añadir del juego en un equipo que cada partido parece jugar aún peor que el anterior.

Desde 1956, el Real Zaragoza había sido capaz de recuperar la categoría perdida en un solo año. El último descenso asestó un golpe al club del que no tiene visos de recuperarse aún. Se despidió de Primera en el 2013 y en el 2014 acabó decimocuarto, evitando males mayores. Un año después disputó la única promoción de ascenso hasta la fecha, para la que se clasificó gracias a otros resultados en la última jornada, y desperdició una oportunidad de oro en Las Palmas. La temporada pasada acabó en la vergüenza de Palamós. Lo que no acaba es la amargura del zaragocismo.