Cani y Zapater han protagonizado dos partidos mayúsculos. El resto de sus actuaciones han derivado hacia la corrección, la discreción y la irrelevancia, lo que les va situando en el punto de mira de la crítica francotiradora por encima de cualquier otro jugador salvo Bagnack e Irureta, que se han ganado a pulso el trofeo limón de los aficionados. Desde el principio era de dominio público que ambos fueron captados por razones publicitarias con el fin de maquillar el engendro de Palamós y levantar un proyecto con raíces aragonesas. Luis Milla también fue reclutado para esa misión patria. El técnico ya fue despedido sin salvas y los jugadores empiezan a aparecer con asiduidad en el paredón porque no logran marcar las diferencias que se esperaba de ellos pese a que advirtieron sin éxito en sus respectivas presentaciones que no se les observara como mesías de nada. La ficción de aquella campaña siempre ha superado la realidad de dos grandes futbolistas del pasado que son reos de un presente que les supera por el natural peaje físico y sobre todo por un equipo de medio pelo al que poco más pueden aportar.

El cariño y el respeto frenan los reproches sonoros por el momento porque el escudo de su intachable complicidad con el club donde se formaron y crecieron les protege. Zapater se deja el alma y Cani, con un par de verónicas al aire, maravilla. Pero no es suficiente para liderar una empresa disfrazada por la directiva de falsas ambiciones. Además, su protagonismo en la titularidad debería haberse gestionado con una presencia bien minutada táctica y temporalmente, no con responsabilades monumentales. El vuelo raso de la plantilla ha hecho que los entrenadores motoricen sus planes en función de su experiencia. Exigidos más allá de lo saludable para aprovechar sus virtudes actuales, cada vez quedan más expuestos a los defectos que se suman con la edad y las lesiones. Duele verlos sufrir en cada partido, aunque sería injusto victimizar su situación porque la han elegido libremente.

Cani y Zapater fueron valientes y también interesados al elegir regresar al Real Zaragoza. Nunca respondieron al perfil de caudillos absolutos en el campo ni en el vestuario, otra de las cargas que se les ha querido adjudicar en esta etapa de medias verdades y mentiras completas. Aún les espera una dura travesía en este club que fagocita con indiferencia y democrática crueldad a grandes y pequeños héroes de su historia. Sus ilusiones sinceras están resultando una ilusión, un espejismo en un escenario terrible. Las balas deberían pasar de largo de sus figuras, pero están en mitad del campo de batalla. Inevitablemente en la diana para bien o para mal.