El dramatismo de las repercusiones del resultado fue el único ingrediente que faltó al Chelsea-Barça (2-2). Seguramente también faltó la sobrecarga de tensión que suele inyectar José Mourinho en los partidos trascendentes. Por lo demás, el duelo tuvo los ribetes propios de la Champions. Los 78.914 espectadores que llenaron el FedEx Field de Washington disfrutaron. No solo por el buen partido que vieron, sino porque el desenlace no causaba ningún mal.

Tuvieron más motivos para sentirse frustrados los culés al ver malograda una merecida victoria, muy trabajada, a cinco minutos del final por una mala salida de Masip, que chocó con Falcao. El puñetazo del portero no tocó el balón, pero sí al central inglés, al que le rompió la nariz del central inglés. Halilovic y Piqué fallaron sus penaltis en la tanda y diluyeron la responsabilidad del meta. Courtois volvió a salvar al Chelsea como ya lo había hecho ante el Paris Saint Germain en el anterior partido. El belga completó una excelente actuación con paradas de mérito en el primer tiempo que retrasaron los goles azulgranas. También Ter Stegen y la puntual ayuda del poste mantuvieron mínima la desventaja mientras se fraguaba la lenta progresión del Barça.

Luis Suárez pensó que viviría un amistoso de sofoco sin Messi y Neymar y se marchó contento. Gracias, naturalmente, al gol que anotó. Un golazo. La inspiración que le había faltado le sobrevino para simular un amago de disparo que dejó sentados a tres rivales, uno de ellos Courtois, vencido en el suelo. Y en el suelo acabó con una estirada imposible para desviar un tiro parabólico de Sandro, que marcó el segundo, el de la momentánea remontada al gol inicial de Hazard.

La peor noticia fue para Douglas, que sufrió una rotura en el bíceps femoral de la pierna derecha y estará dos meses de baja, lo que frenado de momento la marcha de Adriano a la Roma.