Acada crisis deportiva, el mismo círculo vicioso. Nada sirve para nada, todo es poco o por lo menos insuficiente para el único objetivo posible, que se manosee más o menos, nunca cambia. Así, con esa manifiestamente adulterada percepción de las cosas cuando los resultados se tuercen, por el Real Zaragoza han ido doblando la rodilla y desfilando un buen número de entrenadores que ninguno servía para nada y decenas de futbolistas inconvenientes, aunque algunos de ellos estén ahora mismo en equipos muy importantes de Primera, otros en clubs de menor relevancia pero también de Primera y un buen puñado habiendo jugado o jugando a un nivel notable en rivales de Segunda.

La feísima derrota de Huesca puede llevar otra vez a pensar equivocadamente que nada sirve para nada otra campaña más. Y, consecuentemente, a poner en marcha de nuevo esa centrifugadora invisible que aquí todo lo destruye a miles de revoluciones por minuto. La gestión de los momentos de crisis en temporadas pasadas influyó de manera decisiva en el resultado final y de cómo la SAD y sus profesionales la acometan ahora también dependerá el destino de la presente. Una vez más, no es verdad que nada sirva para nada. Es tiempo de pausa, de construir, que algunos cimientos hay, no de destruir. De saber cuando la paja está en el ojo propio o en la mirada ajena.