Fue a los pocos días de tomar posesión de su cargo con mando en plaza. Era todavía febrero, cuando parece que no ocurre nada pero el momento en el que realmente se gestan muchas de las cosas que luego van a venir. En la cabeza de Lalo Arantegui ya circulaban unos cuantos de los nombres que hoy visten la blanquilla. Con algunos enseguida cerró acuerdos, a otros empezó pronto a cortejarlos y uno, especial, su ojito derecho, siguió haciendo goles como churros en una categoría de poca visibilidad, la Segunda B, mientras el director deportivo del Real Zaragoza y sus colaboradores no perdían detalle. Ese delantero corpulento, de casi 1,90 metros, sin apenas experiencia en el fútbol profesional a pesar de sus 24 años, es una bomba.

Ayer, en Córdoba, Borja Iglesias ganó solo el partido. Donde apenas había nada el punta se imaginó y concibió dos tantos de bellísima ejecución y de delantero de tronío, usando el cuerpo con la maestría de la que ha dejado constancia en este arranque de Liga y con dos disparos secos a la cepa del poste, donde duermen los caracoles y los porteros no alcanzan.

Los tres puntos son suyos, realzan su imponente figura, multiplican la credibilidad del proyecto y del proceso de Natxo González y minimizan la falta de fiabilidad que el equipo todavía manifestó en pasajes prolongados, sobre todo en los últimos 25 minutos de la primera parte, en las que pasó las de Caín. Quique le costó 1,5 millones de euros a Osasuna, David Rodríguez 300.000, la ficha de Longo en Tenerife es millonaria, el Granada apostó por Joselu y el Córdoba pagó 500.000 euros por Jaime... Un mercado desproporcionado. Mientras tanto, en el Zaragoza juega cedido el mejor delantero de la categoría. Un futbolista de Primera en Segunda.