Tiene el 'gusanillo' a flor de piel. Y lo reconoce. Porque más de una vez se calzaría las botas y saldría a jugar, pero comprende que ahora su labor está en la banda. "Los primeros partidos me ponía nervioso porque sentía que podía aportar algo al equipo. Cuesta hacerse a la idea", matiza. Edu Roldán, exjugador del Real Zaragoza B, la SD Huesca y la SD Ejea, entre otros, decidió poner fin a su trayectoria futbolística el pasado verano y, actualmente, forma parte del equipo de fisioterapeutas del Deportivo Alavés, el club de su ciudad y en el que dio sus primeros pasos. "Ya eran muchos años fuera de casa y, aunque tenía ofertas para seguir jugando, la idea de dedicarme exclusivamente a esto me sedujo y tomé a decisión", explica.

Roldán, quien estudio Magisterio de Educación Física en Vitoria y la carrera de Fisioterapia en Zaragoza, se mueve bien entre vendajes, masajes y camillas. Dice que ese es su "único trabajo", aunque a regañadientes. "Desde que salí del Ejea --donde fue jugador y fisio al mismo tiempo-- no he tocado un balón, pero igual un día engancho uno y...", comenta entre risas.

El exjugador es ahora el fisioterapeuta del Alavés B, que milita en Tercera, pero también trabaja en ocasiones con el primer equipo, con quien ya realizó la pretemporada. "Siento que no me he desvinculado del fútbol porque realmente sigo viviendo el buen ambiente de un vestuario y la rutina de los partidos. Cambia el material, porque en vez de coger mis botas para jugar tengo que preparar el esparadrapo y las vendas, pero estoy contento. Seguir aquí es un privilegio para mí", argumenta Roldán.

La dureza de las lesiones

Al vitoriano las lesiones siempre le respetaron. Tan solo recuerda una durante su época en el Zaragoza B, donde tuvo un problema en el peroné. Más allá de esa, poca cosa. "He tenido suerte, pero ahora que me toca tratar con jugadores en una camilla me doy cuenta de que cualquier lesión es negativa, sobre todo las duraderas. Muchas veces se desahogan conmigo, así que también hay una parte psicológica en este trabajo", señala Roldán, el fisio al que le cuesta obviar las botas de fútbol, pero que se siente "feliz" entre esparadrapos.