La paciencia ocupó las portadas del verano mientras el equipo sudaba lo gota gorda para hacer un partido decente. En pretemporada, los resultados dicen poco, fue el segundo hit parade en la lista de peticiones para un Real Zaragoza que ni jugaba ni ganaba. Ahora, en zona de descenso tras cinco jornadas y con el peor arranque de la historia en Segunda a cuestas, las buenas sensaciones que desprende el conjunto aragonés reina en las pistas de baile. Todo este rosario de argumentos expuestos en diferentes y legítimos foros para alimentar la esperanza tienen su base en la lógica que supone construir algo de la nada y en la palpable aunque insuficiente mejoría de un grupo en formación que va a necesitar mucho más que esto para ser competitivo. No digamos ya fiable. Unos buenos minutos contra el Granada, un notable medio partido contra el Lugo y las figuras prometedoras de Borja Iglesias, Alberto Benito o Aleix Febas además de las incorporaciones de Mikel González y Christian Álvarez para sumar, han elevado el optimismo contra el impacto de una realidad que no conviene obviar: se necesitará tiempo para saber hasta dónde puede alcanzar el proyecto de Lalo Arantegui, pero el perfil de los futbolistas en nómina o prestados no da para defender una aspiración de ascenso directo o indirecto.

Cada vez es más evidente que el Real Zaragoza evoluciona hacia un estilo gestado en el desarrollo interior para expandirse por los laterales, con una columna vertebral reconocible y buena salud física. Y que a medida que pasan las fechas muestra un fútbol capaz de situarle durante muchos minutos al nivel de gran parte de los integrantes de la categoría. Sin embargo, en esencia le faltan tablas no sólo defensivas sino conceptuales en todas las líneas, una cuestión que difícilmente se resuelve con el tiempo, el trabajo, la convivencia o los mensajes evangélicos y de buen rollismo por las redes sociales. La interpretación amable de que esa la caída al pozo de la clasificación es producto del infortunio y que por el horizonte saldrá el sol Marisol, es una imprudencia, una temeridad. De igual manera que disparar todas las alarmas, aunque sin despreciar la bandera naranja que ondea como aviso o advertencia de un peligro cierto de marejada.

No se debe meter prisa a un alumno en los primeros días de clase con exámenes sobre materias que se está empezando a impartir, si bien la naturaleza apremiante del fútbol profesional exige una cierta aceleración en la comprensión de las lecciones. En Lugo, la nota del Real Zaragoza subió hasta el sobresaliente hasta que dejó al descubierto su innata inmadurez para llevarse tres puntos que tuvo en el bolsillo. No hubo puntería para rematar la faena pese a la inmensidad de Borja, ni un centro del campo con llegada, pausa y autoridad para conservar el gobierno establecido en el césped y en el marcador antes y después del descanso. Tampoco concentración colectiva en el gol de la derrota, cuando la última acción del encuentro Albarracín centro sobre la cabeza de Iriome tras una prolongada y cómoda acampada en una esquina del área zaragocista.

Quizás sería interesante tomar como punto de partida que la posición actual no es casual y desterrar cuanto antes el positivismo intuitivo para implantar reflexiones que sirvan para crecer de verdad. Por ejemplo: el Real Zaragoza cuenta con una plantilla alegre por joven y ambiciosa que llegará a ser divertida, y con un entrenador que tiene las ideas bastante más claras que cómo aplicarlas. Lalo Arantegui ha derribado muros rancios del pasado para levantar uno diferente, con ventanales que dan al atractivo bulevar de la novedad pero sin la inversión suficiente para acometer empresas potentes. El éxito en todo su esplendor se deja así en manos de la lotería, del presentimiento y de las conjeturas especuladoras. Se mezclan de esta forma las buenas intenciones y conocimientos de los profesionales sobre el terreno con el estraperlo de los sentimientos. Mal asunto y vieja estrategia de distracción.

El Real Zaragoza despierta esta mañana 19º, con una nueva cita de Copa, torneo al que habría que otorgarle idéntica trascendencia que contra el Granada, y con el Nástic como inmediato visitante en la Liga, un contrincante metido también en tierras movedizas. La posición es lo de menos siempre que sirva para darle un sentido a ese desarrollo de madurez y confianza que se persigue y que sería, como bien indica esta tesitura, sumar cuanto antes la cantidad de puntos necesarios para asegurar la permanencia y postularse después para un placentero futuro. Puede que Benito y Ángel sean estupendos elementos de sorpresa que no deberían abandonar con tanta asiduidad sus puestos y deberes defensivos; o que la sociedad entre Zapater y Ros se traduzca en un amor imposible que necesita del hilo conductor a Eguaras. Es muy probable que el equipo reclame a un Pombo más constante y a un Papunashvili más visible, y a Buff, futbolista de finas hierbas con una tendencia al adorno y al escapismo de responsabilidades. No, los centrales y el portero no son los únicos que flaquean.

Natxo González va a disponer de paciencia siempre que se la otorguen los resultados, en primer lugar el que consiga de la obligada relectura de la materia prima, de si en verdad el equipo va ofrecer momentos fantásticos o si lo espléndido radica en trasladar a los chicos que además de ofrecer buenas sensaciones tienen la ingente responsabilidad de salvar la categoría sin descomponerse por la ansiedad ni el arrebato juvenil. Aunque no le guste a Gaizka Toquero, ha llegado a un club que fuerza a luchar por lo inminente, por traer el pan a casa a diario, una labor muy digna para un Real Zaragoza hambriento de conocimientos e ilusiones y por la dieta inhumana que le pusieron hace una década y por la que continúa convaleciente porque no hay o no se quieren comprar los alimentos de primera necesidad..