José Antonio López Bueno no suele sonreír demasiado, por lo menos no lo ha hecho mucho durante esta conversación. "Tampoco lloro hacia fuera. Me cuesta y quizá me aliviría soltar alguna lágrima", dice el púgil, sentado un mesa del bar Las Palomas, donde han acogido su iniciativa y el pequeño puesto que la abandera. En ese rincón de un cuadrilátero que le enorgullece como aragonés, la plaza del Pilar, el boxeador se fotografía por las tardes (el domingo estará frente a La Romareda) con su cinturón de campeón del mundo del peso mosca. Lo hace con todas las personas que lo solicitan, a cambio de la voluntad "o de nada. Cada uno aporta lo que quiere o lo que puede", puntualiza.

Su objetivo, y lo deja claro de principio a fin, no se centra en solucionar su situación económica personal, "sino en devolver al deporte todo lo que me ha dado". Su mensaje sobre lo que pretende cuelga del photocall trufado de guantes y ese cinturón que abre de par en par los ojos de los transeúntes, sobre todo de los niños. "Si me paseara por la calle Alfonso con él mendigando, seguro que conseguiría un dinero. Pero no quiero eso. Mi intención es recaudar lo máximo posible para sacar adelante alguno de los proyectos que tengo en la cabeza"· Una pequeña se acerca y le pregunta. "¿Qué se siente al ganar?". "Que has hecho algo bien, como cuando tú sacas una buena nota", contesta. Después añade: "Yo viene al boxeo para hacer deporte, no para ser campeón". Por mucho que lo pese, lo fue. Y lo es.

López Bueno, en la primera impresión, encaja como anillo al dedo en el perfil de chico malo, travieso, de pícaro con ojos revoltosos. Si no se le escucha o se le conoce en profundidad, costaría creer que no se ha instalado en un puesto de feria para aprovecharse de su imagen. Antes hablaba con los puños; ahora lo hace por los codos con una que sensastez y clarividencia que abruman. "En realidad claro que me aprovecho, pero con otro fin bien distinto. He adquirido una gran experiencia en este mundo, tengo unos conocimientos, en todos los sentidos, que puedo trasladar a la gente que ama el boxeo". Ese universo del que fue estrella ocupa ahora en España un escalón casi marginal. Le duele y le cuesta descifrar las causas exactas por las que se presta tan poca atención mediática "a una disciplia olímpica, de las primeras que se incluyeron en los Juegos". López Bueno entiende que se ha indagado bastante más en la leyenda negra que en la esencia. "Y si realmente quieres incidir en el morbo, lo puedes encontrar en cualquier parte".

Fue un poco granuja en la escuela, de donde salió reñido con la escritura y la lectura, pero no todo se lo enseñó una bruja a este estupendo fabulista que adora a su madre y a sus tres hijos. López Bueno te lleva a todas partes con historias preñadas de enseñanzas útiles y morales. Todos los caminos que toma con la palabra conducen a Roma, prefectamente señalizados por vivencias adquiridas o noveladas. Transparente, elocuente y conmovedor destripa la sociedad y sus tentáculos como principal enemigo contra quien luchar. O por la que luchar. "¿Cómo me voy a poner delante del Ayuntamiento o de la DGA a pedir dinero? Las instituciones tienen muy pocos medios, y debemos de ser conscientes de ello. Yo prefiero hacer esto o expandir mis ideas por las redes sociales, que son un enorme medio de comunicación. En el caso de que no avance como deseo, es posible que cree mi propio canal de televisión en el gimnasio. No sé... Iniciativas en las que estoy comprometido por y para el boxeo, para que vuelva a ser lo que fue".

Ciudadano consecuente, ya se le han acercado de la Universidad para que proponerle como guía de algún alumno que quiera realizar su tesis sobre el boxeo y su pruralidad como negocio. "Si me ofrecieran un trabajo rutinario, es posible que lo dejara en tres o cuatro días. Lo mío es esto, y lo que busco, con conferencias o charlas, con una labor cotidiana de enseñanza e incluso de reinserción de personas que lo necesiten y a las que puedo ayudar mucho, es confirmar la dignidad de un deporte en el que creo".

Saca los puños junto a otro par de niños y el cinturón mientras la cámara del móvil apunta hacia la eternidad de esa imagen. "Vengan, sonreíd que ahora sois vosotros los campeones". Y los pequeños ponen cara de furiosos pesos pesados. En una caja de cartón depositan una o varias monedas por la instantánea. "A otro a lo mejor le daría pudor. A mí no. Estoy peleando, es otra forma de pelear. Honesta, como el boxeo que tanto me dio, hasta un título de campeón que nunca busqué". José Antonio López nació Bueno, como él mismo bromea, y su única pretensión, su ejemplar y auténtico deseo, es que su país y su tierra aprovechen el espíritu campeón que le impide tirar una toalla que jamás enjugó lágrima alguna. Para qué perder el tiempo llorando cuando hay tanto que aprender de este deportista de fábula.