La sexta victoria consecutiva del Real Zaragoza, lo que supone su primer contacto con el playoff de ascenso en toda la temporada, se puede resumir en la gruesa línea dibujada entre Cristian Álvarez como colosal portero y la rotunda efectividad de Borja Iglesias, autor de los dos goles del triunfo. El arquero defendió su trinchera frente a fusiles de extrema precisión y bombardeos nucleares con un maravilloso repertorio de paradas hasta que apareció el punta para sentenciar el partido en un par de contragolpes. Osasuna dominó el juego en todas sus suertes pero cometió dos pecados imperdonables en su sobresaliente actuación: no supo ni pudo materializar una de las múltiples ocasiones de que dispuso y se distrajo frente a un rival que cree a ciegas en su resurrección. El conjunto aragonés pudo haber salido de El Sadar con los pies por delante y sin embargo se confirma como serio aspirante a la promoción de ascenso. En ocasiones, es muy complicado que la explicación despeje los interrogantes. En ocasiones, mejor ni preguntar.

A primera vista, Cristian asoma como héroe exclusivo de la tarde. Lo fue una vez más atrapando en su telaraña todos los lanzamientos del valiente equipo navarro, que hizo del área zaragocista su particular campo de tiro. Diana móvil y ágil, el argentino evitó la catástrofe atusándose el pelo tras cada intervención, como si nada importante hubiera ocurrido y le importara más su correcta puesta en escena capilar. Le exigieron hasta la huella digital en un tercer grado durísimo y siempre coincidió en la coartada: cuando se produjo el tiroteo, estaba en la portería. El encuentro iba para derrota o para santificación del guardameta cuando se produjo un hecho en nada superficial para la posterior suma de los tres puntos. Natxo González sacó del campo antes del descanso a Febas y metió en su lugar a Oliver Buff. En principio, alfil blanco por alfil negro.

Ese relevo tuvo una trascendencia mayúscula en una batalla desigual con el balón, en posesión constante y sonante de Osasuna, señor absoluto de todas las maniobras. Febas no ha logrado cuajar como cordón umbilical del ataque del Real Zaragoza y mucho menos en una batalla como la de El Sadar, donde la mayoría de sus colaboradores en funciones creativas también fueron engullidos por Borja Lasso, Lucas Torró y Fran Mérida. El suizo se presentó con falsa bandera neutral y su ambulancia medicalizada y se instaló un paso más atrás para contrarrestar el ya perdido debate combinativo con un juego más directo y exacto. Desde posiciones de distracción y con su equipo agotando el gotero en el hospital de campaña, Oliver recuperó la pelota para lo estrictamente necesario: lanzarla a un espacio abierto para que Benito asistiera a la irrupción rabiosa de Borja. Poco después, taconeó para otro recién llegado, Toquero, quien habilitó al 9 para que hiciera el segundo tanto. Osasuna miraba a Cristian Álvarez y se tiraba de los pelos. No vio venir a Buff, que en su botiquín de infiltrado transportaba dinamita en lugar de agua oxigenada.