—¿Qué hace ahora?

—En la actualidad soy secretario técnico del club Nacional de aquí de Montevideo. Es uno de los dos equipos grandes de Uruguay, ha sido campeón de América tres veces, campeón Intercontinental tres veces y he participado en las dos primeras Copas de América en el año 71 y 80.

—Es decir, que es un ídolo allí.

—Sí porque ingresé en el club con 17 años y estuve toda mi vida, antes y después de ir a España, y todavía estoy después de dejar un tiempo en el 82. Desde hace cinco o seis años estoy trabajando en la secretaría técnica del club.

—Hace poco recibió un homenaje junto a Rubén Sosa.

—El homenaje fue en Nueva York por una filial de socios que hay allí, nos invitaron a mí y a Rúben y la verdad que fue un homenaje muy agradable. Rubén también está trabajando en el club, nos vemos todos los días y la verdad es que nos acordamos mucho de ustedes, de Zaragoza y de Aragón.

—Aquí la gente también se sigue acordando de aquel equipo.

—Fue un pasaje muy importante del Zaragoza. Cuando ingresé en el club nos juntamos con Nino, el Lobo Diarte, Adolfo Soto, Cambón, y allí comenzó un poco la historia de los Zaraguayos.

—Usted estaba ganando todo con Nacional, ¿por qué vino al Real Zaragoza?

—Fue un poco condicionado por la situación económica del club y no solo del fútbol, también del país que estaba atravesando un momento complicado. Las finanzas del club estaban muy mal y en el año 73 se abrieron los mercados italiano, español, alemán, francés… y era una oportunidad de salir para los que no éramos comunitarios. Porque entonces los únicos que podían jugar en esos países eran los comunitarios. Era una oportunidad para salir, lamentablemente del equipo que un año antes había sido campeón de América nos fuimos la mayoría, a Francia, España, Italia... Había jugado en España, me gustaba el país y me pareció una buena opción.

—¿Qué se encontró cuando llegó?

—En cuanto a la ciudad era muy diferente porque nosotros vivimos sobre playa y lo extrañábamos mucho, pero me fui adaptando a una ciudad muy bonita y con mucha gente que nos abrió la puerta inmediatamente. Manolo Villanova fue el primero que se acercó a nosotros, sobre todo a mí, y desde entonces somos muy buenos amigos, hemos hablado en Navidad. Nos adaptamos perfectamente, no hubo ningún problema. Si hubiese sido por mí, me hubiera quedado a vivir allí.

—Fue un uruguayo entre paraguayos. ¿Se llevaban bien?

—Sí, teníamos muy buena relación. Cuando recién llegué ni Diarte ni Arrúa estaban aún en el club. Estaba Felipe Ocampos, después llegué yo, luego Carlos y Arrúa. Después se agregaron Mendieta, Ifrán... Paraguayos hubo muchos y uruguayos Daniel Cambón, un chico que jugaba de zaguero, pero que normalmente no era titular.

—Arrúa y Diarte... Casi nada.

—Para mí fueron dos jugadores de distintas características porque Carlos era un nueve de área impresionante con una talla increíble, con buena técnica, un juego aéreo espectacular y Nino Arrúa un jugador de una técnica exquisita que arrancaba en tres cuartos de cancha nuestra y llegaba con una pared o un pase largo, una ruptura, y llegaba al área contraria. Iba muy bien de cabeza, remataba muy bien a puerta y dejó una huella increíble.

—¿Y usted, cómo jugaba?

—Hay diferencia entre el fútbol uruguayo y el español. El uruguayo es un poco más lento, más técnico, y me llevé la sorpresa de que al principio me costó mucho adaptarme al fútbol español. No solo al fútbol, también a los entrenamientos. Era la primera vez que hacía una pretemporada en serio como la hicimos en Zaragoza. Me costó mucho y fue un tema de preocupación porque pensé que no iba a llegar a tener la velocidad que necesitaba para jugar ese fútbol. Aquí era supuestamente un jugador rápido para el fútbol uruguayo pero en España me decían que era lento pero que esa lentitud la cubría con la buena técnica que tenía. Esa era la diferencia.

—Pero podía jugar en cualquier puesto de la defensa.

—Debuté un 16 de diciembre, creo, en el Vicente Calderón, de lateral izquierdo. Jugué un tiempo en el lateral izquierdo, después en el derecho y la última temporada Arsenio Iglesias me puso en la posición de líbero. Y regresé a Uruguay jugando en esa posición y como stopper conseguimos la segunda Copa Libertadores. La verdad es que me adaptaba perfectamente a jugar en los laterales o de zaguero, no tenía problema.

—¿Cómo jugaban los Zaraguayos?

—No solo estaban Arrúa y Diarte, estaba Soto, Rubial, en la mitad de la cancha Planas y García Castany completaban un medio campo extraordinario, en la zaga González y Violeta se hicieron muy fuertes. Era un equipo duro, muy completo porque se hacía muy fuerte en La Romareda, que jugaba muy bien porque había un feeling muy grande entre jugadores y público porque ese fútbol tan atractivo que jugábamos hacía que la gente nos acompañara, que La Romareda estuviera siempre llena. Llegamos a una final de Copa que perdimos contra el Atlético y quedamos segundos en la Liga, que creo que fue la primera vez en la historia del club. Creo que fue un gran equipo.

—Fueron subcampeones contra el Barça de Cruyff.

—El Barça de Cruyff, el Madrid de Velázquez, Amancio... Retengo perfectamente en la memoria el partido que le metimos seis al Madrid en La Romareda.

—Otros jugadores de la época dicen que el público era exigente, que hasta que el equipo no ganaba por dos o tres a cero no estaba contento.

—Sí (ríe), lo que pasa es que mal acostumbramos a la gente porque el equipo jugaba bien, ganaba por diferencia de goles, venían equipos fuertes y ganábamos con buenos partidos y la gente esperaba el próximo partido y exigía lo mismo. Pero hubo muy buena comunión y fue un año espectacular para todos porque disfrutamos del fútbol y del acompañamiento de la gente, sobre todo cuando viajábamos a Madrid y Barcelona. Que a veces rescatábamos algún punto contra aquellos equipos de Cruyff, Marcial... pero allí puntuábamos. En Madrid se nos complicaba algo más.

—¿Recuerda algún rival especialmente duro?

—Había muchos, en ese equpo del Barcelona estaban Cruyff, Neskens, Marcial, Rexach, Sotil, en el Madrid Velázquez, Amancio… los nombro y se me pone la piel de gallina.

—¿Cómo fue la final de Copa?

—En ese partido yo pasé de marcador a stopper, ahí no sentía la marca y me costó adaptarme a ese puesto en el equipo. Perdimos uno a cero teniendo alguna chance pero no muchas. La falta de Violeta que daba seguridad y personalidad también la notamos y perdimos. Planas, Violeta... había jugadores de la cantera aragonesa importantes.

—¿Cómo recuerda la temporada del descenso? Fue la que menos jugó.

—Sí, exactamente, recuerdo que comenzamos los juegos de pretemporada con Müller, el entrenador francés, y yo jugué todos los partidos. En el primer partido de Liga que jugamos en La Romareda contra la Real Sociedad empatamos 1-1 y empezamos muy mal la temporada. Empezamos mal y terminamos mal porque acabamos descendiendo, con muchos problemas, con jugadores con problemas, el ascenso de muchos jugadores del filial… El que más recuerdo es Víctor Muñoz. Y ahí hubo un replanteo de la plantilla y felizmente al año siguiente se pudo ascender. Faltando tres fechas para el final ya éramos campeones de Segunda. Después yo ya me marché a Uruguay pero me queda el recuerdo de esas cinco temporadas y sobre todo el recuerdo de haberlo pasado muy bien allí, de mis amigos de Zaragoza, de Zuera. Para mí fue y es un recuerdo muy grande.

—¿Se acuerda del día del ascenso el 23 de abril?

—Sí, sí, me acuerdo perfectamente de que era un día de fiesta en Aragón. No recuerdo el rival pero sí lo recuerdo porque además estaba un poco nervioso porque se acercaba el momento de volver a Uruguay. Cuando uno se siente tan bien en un lugar cuesta más desprenderse. Pero volví a mis raíces, a mi familia, a mi país, y era como estar a mitad de camino.

—¿Sabía que se marchaba?

—Sí, había hablado con el presidente y con Manolo Villanova, que creo que era el director deportivo. Manolo me decía, quédate un año más que viene un buen entrenador, Boskov creo que era, y vas a aprender mucho, porque ya había hecho el curso de técnico y entrenaba juveniles. Pero ya habíamos tomado la decisión de volver.

—¿Con qué entrenador se queda?

—Con el que mas tiempo estuvimos es con Luis Cid Carriega, que estuvo tres temporadas, luego vino Müller, que fue la temporada que descendimos y después con Arsenio que era un entrenador con mucha sapiencia, que había ascendido muchos equipos de Segunda a Primera. De todos se rescata algo. Me acuerdo muy bien de todos ellos.

—¿Era muy difícil dirigir a ese grupo de jugadores?

—No, no, siempre hay pequeños problemas pero en un equipo con tantas figuras como ese Zaragoza había una reciprocidad porque los jugadores ofrecían al equipo unos la calidad, otros la experiencia, otros la seguridad, y entre todos armábamos un compendio de cosas interesantísimo que facilitaba la labor del técnico. ¿Problemas? Siempre hay, sobre todo cuando empiezas a convivir con jugadores de diferentes países porque hasta ese momento eran casi todos jugadores españoles. Pero nos llevábamos muy bien y ahí están los resultados.

—Pero sí había problemas entre Arrúa y Jordao.

—Cuando Nino se sentía un poco el líder del grupo, junto con Violeta, viene otra figura como Jordao y fue un tema más que nada de celos, de compartir cartel. La prensa metía caña porque unos apoyaban a uno y otros a otro y tuvo su alcance el tema. Fue el año más complicado.

—Se hablaba de dos bandos, sudamericanos y españoles.

—Cuando se empiezan a crear rumores terminaron hablando de que había diferencias entre sudamericanos y españoles pero en realidad no fue así. Simplemente fue un problema entre Arrúa y Jordao, un problema de celos.

—¿Tuvo ofertas para irse a otro equipo?

—Yo decidí volver a casa. Cuando regresé no tenía el contrato firmado pero ya había hablado con el presidente y quería estar donde había estado toda mi vida.

—También fue internacional diez años.

—Lo fui antes y después de estar en Zaragoza. En el año 81 hicimos las eliminatorias para el Mundial de España 82 pero lamentablemente quedamos fuera al perder con Perú y todavía en ese tiempo se jugaba fase de grupos. Competimos con Colombia y Perú, un grupo de tres, y se clasificó Perú para el Mundial. Inclusive jugamos en España en una gira en el año 71-72 contra la selección española en valencia.

—¿Cuando se retiró siguió vinculado al fútbol?

—Estuvimos dirigiendo aquí en Uruguay pero tampoco fue una carrera muy continua. No me tocó mucho lo de ser entrenador, nunca me tomé la profesión como tal. Fueron cosas muy sentidas, estuve en Nacional y en varios equipos de Montevideo, tuve la oportunidad de compartir con Ildo Maneiro también en la selección uruguaya. Hace año y medio tuve la oportunidad de suplantar a un entrenador por los malos resultados y tuve la chance de dirigir unos partidos. Fue uno o dos meses y tuvimos la suerte de jugar con Boca en la Bombonera en la Copa Libertadores y clasificar al equipo para octavos de final.

—¿Por qué le llaman Cacho?

—No lo sé, esa misma pregunta me la hago yo y nadie me sabe contestar. Se lo pregunté a mi padre y a mi madre y no me supieron decir. Yo crecí con que mis amigos me decían Cacho, no sé porqué, y ahí se quedó.