Sí, pero no. Cuatro meses después de huir de las llamas del infierno en el último requiebro, el CAI se expuso ayer por primera vez al juicio de su público y recorrió a trompicones, sin avanzar en exceso, los primeros metros en Zaragoza de ese camino esperanzador y de buenas propuestas para el que ha sido concebido. En medio de una frialdad y un silencio en demasiados momentos aterrador, el nuevo CAI dejó ver una intención de equipo veloz, de pensamiento rápido y ejecución supersónica, y descubrió que quiere edificar sus triunfos desde la defensa, pero que aún no lo consigue.

Ese juego, que fue el de un primer cuarto trepidante (23-25), es el que propone Julbe. Y Alfred tiene sus elegidos: Ciorciari, Lescano, Ferrer, Earl y Otis Hill. Ellos cinco son, indiscutiblemente, el centro de gravedad sobre el que gira el CAI, que perdió el partido contra el Etosa de Alicante por razones evidentes, por la buena defensa visitante, y porque acusó defectos antiguos: un pésimo porcentaje de tiro de tres (30% al final y 16% al descanso), amplias lagunas de concentración, problemas en el juego estático (sobre todo en un horrible segundo cuarto, que acabó 7-20), falta de rodaje y limitaciones que se intuyen detrás de algunos de sus jugadores.

Con 83-86, Ciorciari pudo empatar el partido con siete segundos por jugar, pero su tiro quedó en un tapón para la estadística. Diego, y por el momento sólo Diego, es el único cerebro que piensa en el CAI. Dinámico, desconcertante en el bote y preciso en la asistencia, el base argentino es ahora mismo la única alternativa en la dirección, ante la ausencia de San Miguel. Su partido fue ya notable. Junto a él, el CAI ha hecho dos fichajes con garantía a largo plazo: Ferrer y Lescano.

ESPLENDIDO FERRER El ex del Lobos es el clásico jugador que parece que no está, silencioso, carente de brillantez pero eficaz y pulcro. Ayer hizo un partido a su imagen y semejanza: 17 puntos, tres asistencias, tres balones recuperados y otros tantos rebotes. Los hizo, pero dio la impresión de que no. Fue el mejor.

Ferrer tiene un confidente en la pista: Matías Lescano. Del bicho se intuyó su carácter, su ominipresencia en defensa, su contrataque endiablado y su descaro. Pero también que el aro se le hace pequeño cuando tira de tres (1 de 7). Si lo mejora, será un jugador de referencia en la LEB.

Como lo es Otis Hill, que con la lengua fuera, el pantalón caído por debajo de la rodilla, y tras dos primeros cuartos horrorosos, hizo 17 puntos en quince minutos contra pivots de ACB, enseñándoles el balón y mirándolos a la cara. Hoy por hoy, el CAI lo requiere en un mejor estado físico y necesita de sus puntos para sobrevivir. Con el manual de la temporada pasada, Otis y la mejoría en defensa rescataron el partido a falta de siete minutos (65-67) y limaron la diferencia de quince (30-45) con la que el equipo de Lucio Angulo se marchó de la pista al descanso.

Lucio se lució. Regresó a su pabellón a un nivel alto, y en el Príncipe Felipe se presentó Earl. Lester es un jugador de poca anotación, pero útil. Un Makelele. Provoca malos tiros, es muy ágil de piernas (Julbe experimentó una defensa presionante con él y Ciorciari que dio buenos resultados) y poderoso bajo el aro. Pero tiene un defecto: en la mano tiene un pie.

MURCIA, DESCOLOCADO Al partido de presentación no acudió Fran Murcia, un 2.02 que ayer no se arrimó al aro, rehuyó el juego interior y se limitó a explotar su buen tiro de tres. Su recuperación es una tarea pendiente de Julbe. El resto de los nuevos fichajes pasaron por el encuentro de forma anónima. Sabaté apenas jugó tres minutos, Mesa se enmarañó con las faltas personales y Doblado dejó sólo alguna gotita de esencia de baloncesto, insuficiente si su papel es el de primer reserva en el juego exterior. A todos ellos, el CAI los necesitará en mayor medida desde el próximo viernes.