Es un equipo el CAI Zaragoza que en los últimos años ha ido soltando alegrías a su afición hasta convertirse en uno de los grupos más fiables y queridos del deporte aragonés. Todo bien ganado, a pulso, con los regalos justos, paso a paso pero firme. Le gusta a la gente la sensatez serena del club, su honrado planteamiento económico, incluso su ambición deportiva, exageradamente medida a veces. En la pista, sobre todo en su pabellón, ha sabido crear un ambiente único en el que afición y equipo se han repartido el papel protagonista con singularidad hasta lograr resultados llamativos. Resulta difícil entender por qué un conjunto tan franco y respetado, tan integrado en la sociedad zaragozana, es capaz de despreciar los valores que le han hecho noble a ojos de los suyos, más allá de los resultados, para poner en su trayectoria de presente un borrón como el de ayer. Ganó el Barcelona en el Príncipe Felipe. Nada raro. Lo normal. No lo es, sin embargo, perder por 36 puntos (67-103) sin inflamarse.

A Joaquín Ruiz Lorente le pareció su equipo tan bochornoso como a la grada. Basta explicar que faltaba casi un cuarto entero para terminar el choque y la gente ya había empezado a desfilar en masa por las escaleras. No quedaba baloncesto, lo sabían. Se perdieron los pitos de los que se quedaron, redoblados al final del choque, y la insoportable deshonra de un equipo que perdió algo más que un partido. Perdió el orgullo, el decoro, la dignidad. Su técnico señalaría luego la irresponsabilidad de los suyos. De algunos que no citó, esos que han empezado las vacaciones con un mes de adelanto, como poco; de esos que andan pensando ya en el próximo contrato.

Con esa falta de profesionalidad tendrá que lidiar el técnico si quiere que el CAI concluya la temporada con honor, independientemente de la clasificación final. Pese al batacazo de ayer, que viene unido al sonrojo de Vitoria, el CAI tiene opciones de meterse entre los ocho primeros. Necesitará tres victorias al menos, que es lo que se debe exigir. Tienes dos salidas complicadas ante Unicaja y Gran Canaria y dos partidos en casa sencillos, ante Manresa y Gipuzkoa.

Para pelear por su objetivo, deberá alterar el ánimo y la energía con la que se empleó ayer, en un partido que duró un asalto y medio. El CAI supo incidir en los errores del Barça en el primer cuarto, cuando el equipo de Pascual defendió extraño, cerró mal el rebote y cometió algunas faltas ingenuas. El buen porcentaje en triples llevó el partido hasta un igualado 20-21 antes de que se abriese el segundo acto con unas pautas parecidas.

Ante la mejor defensa de la Liga, el CAI comenzó a resquebrajarse al compás de sus errores. Mientras el ataque se hacía espeso, en defensa no se hallaba la fórmula de frenar a DeShaun Thomas, que destrozó al CAI en zonas interiores. Ni Robinson, ni Landri, ni Pere Tomás supieron frenar al americano, que cogió galones tras la rápida desaparición del partido de Abrines y Hezonja, ambos con tres faltas tempranas. El americano, que llegó al descanso con 17 puntos, encontró la colaboración de Jackson (10 al descanso), máximo beneficiado del primer aturdimiento caísta al borde del ruinoso descanso (44-51).

El resto bien se sabe. El Barça puso la directa tras el intermedio, con cuatro triples en los primeros cinco ataques, y el CAI se entregó a la vergüenza. A los cinco minutos perdía por 15 puntos (48-63); a los siete, por 21 (51-72); y así la ventaja se fue agrandando sin aparente rubor de un equipo que ayer, sorprendentemente, se volvió indigno.