Queralt Castellet no lo ha tenido fácil en el mundo de la nieve. La exgimnasta de Sabadell (17 de junio de 1989) llegó a sus primeros Juegos en Turín 2006, con apenas 16 años y un esplendoroso futuro por delante. Cuatro años más tarde, en Vancouver, llegó a la final acreditando la tercera mejor puntuación y, calentando para la prueba definitiva, una caída la llevó al hospital, perdiendo una ocasión de oro para colgarse la primera medalla olímpica. Algo parecido le pasó hace cuatro años en Sochi 2014, cuando entró en la final en segunda posición y una mala prestación la llevó hasta el 11º puesto. Cosas del deporte y, sobre todo, de esa espectacular modalidad que cultiva, el halfpipe sobre tabla de nieve.

Pero en el 2015, la vida la golpeó con fuerza. Apenas pocos meses después de su mayor triunfo, una plata en los Mundiales de Kreischberg (Austria) de ese año, a su entrenador y compañero de vida desde los 19 años, el neozelandés Ben Jolly, le diagnosticaron tres tumores en el cerebro. Queralt, que se pasaba las 24 horas del día con su amor, vio como se apagaba su vida y su voluntad. Hace poco ella reveló que Ben acabó quitándose la vida. «Tenía que hablarlo, sacarlo, y no cargar con tanto peso sobre los hombros», reveló hace poco.

El golpe fue brutal. «Se me paró el mundo porque todo mi mundo era él; teníamos una relación muy especial», explica la pequeña Queralt, que después del mazazo ha sido capaz de agigantarse, protagonizando un espectacular renacimiento que la ha llevado, deportivamente, a los niveles que había alcanzado antes de la tragedia. Es por eso que Queralt Castellet llega a Corea del Sur dispuesta a dar la campanada, en forma de medalla, que el destino le burló en sus tres Juegos anteriores.

LA CLASIFICACIÓN / Para comenzar, la rider española afrontará esta próxima madrugada (5.30 horas) la calificación de halfpipe, en busca de las primeras 12 posiciones, que dan el pase a la final de la madrugada siguiente (2.00 horas). Lejos de pensar en la medalla, de momento Queralt se centraba ayer en sus dos ejercicios, llenos de saltos, rotaciones y trucos, que le debían dar el pase. «Tengo que planchar mi ronda: si la plancho, estaré en la final», aseguraba Queralt con el peculiar léxico de los snowboarders acrobáticos, en el que planchar equivale a clavar las piruetas.

Y es que Castellet vuelve a estar en forma. Lo demostró el pasado 13 de enero, cuando ganó la prueba de Copa del Mundo de Snowmass (Colorado), y siete días después, cuando hizo bronce en Laax (Suiza). Hacía más de seis años que no subía a lo más alto, tras sus victorias de noviembre del 2011 en Arosa y Saas Fee, ambas en Suiza. En total, con esas tres victorias, ha estado 10 veces en un podio de Copa del Mundo.

La campanada es posible. Queralt lo sabe. «No me conformo con el bronce, he venido a ganar», dijo nada más aterrizar en Corea, acompañado de su nuevo entrenador, el australiano Benny Bright, que la acogió y cambió de arriba a abajo todas las rutinas de entrenamiento de su anterior etapa para que nada le recordara la tragedia vivida.