La etapa nos dejó tres nombres sobre los que actualmente bascula este Tour: Majka, Nibali y Valverde. El polaco es un ciclista relativamente joven (25 años) que ha eclosionado con dos etapas (de momento) y la certeza de ganar la montaña. Todo ello le aporta un botín sensacional e inmejorable para un equipo --el Tinkoff-- que quedó estigmatizado tras la retirada de Contador. Majka es un ciclista considerado de reparto que estando a las órdenes de Contador difícilmente habría tenido libertad para ganar etapas. Tras su deslumbrante Tour, si no está amarrado por contrato a su actual equipo, le podríamos ver el próximo año dirigiendo alguna formación para el Giro de Italia, donde ya hizo este año sexto y el pasado séptimo. Es, sin duda, un corredor con un gran futuro. De Nibali solamente se puede decir que ayer corrió con una gran inteligencia y, lejos de hacer demostraciones inútiles, guardó fuerzas para el final donde pasó la misma película de otros días. Grano a grano ha llenado un importante granero que inauguró en Roubaix. Es el patrón de una edición maldita y capitidisminuida, pero al fin y al cabo un justo y merecido patrón que está dominando la carrera. Ayer lo dejó claro un día más. El otro nombre propio de la jornada fue un Valverde voluntarioso, entregado y valiente, pero escaso. El murciano está trabajando a tope. Lucha por ser el vicelíder en París, un importantísimo puesto que lo será mucho más si hoy logra salir de Hautacam sin doblar la rodilla. Nos genera desasosiego verle dominado por Nibali, pero hay que ser conscientes de que si bien ganó la Vuelta del 2009, su máxima productividad la obtiene en las clásicas y en las vueltas de cinco días. Ayer vimos igualmente desvanecerse el sueño de Purito de alcanzar el reinado de la montaña, en la que pudiera ser la última ocasión de brillar en el Tour con 35 años.