El trabajo, el esfuerzo, la experiencia y las ganas de seguir mejorando le han prestado un gran servicio a Pablo Carreño Busta. A los 26 años, el asturiano está en el mejor momento de su carrera. Y esta puede recibir un impulso aún mayor en Nueva York, donde ayer alcanzó los cuartos de final, segundos consecutivos en un Grand Slam tras los de Roland Garros este año, después de imponerse en tres disputados pero convincentes sets a Denis Shapovalov, la más fulgurante promesa emergente del tenis.

Sobre el papel el camino de Carreño en Flushing Meadows ha sido aparentemente fácil, con cuatro jugadores de la previa como rivales, ante los que no ha cedido ni un set. Pero sería un error menospreciar su capacidad de superar a talentos como el del joven Shapovalov, que a sus 18 años ya descabalgó a Rafael Nadal en Montreal y frente al que Carreño necesitó llegar al tie break en los tres sets para sellar el 7-6 (7-2), 7-6 (7-4) y 7-6 (7-3) definitivo.

Fue una victoria labrada, en su debut en un partido individual en la pista central Arthur Ashe, superando «nervios» y «hasta un poco de susto» con buen juego, agresividad, determinación y la ventaja de la experiencia. Y todas esas armas las tiene en su cartuchera Carreño, un jugador que ha ido elevándose, evolucionando, madurando y creciendo a menudo fuera de los focos que se centran en los grandes nombres o en el de las más jóvenes promesas como Shapovalov, que contaba con el favor del público.

DE 26 AÑOS

«No soy un fuera de serie, no soy un supercrack, y soy un jugador que ha trabajado mucho para estar aquí», reconocía luego Carreño ante la prensa, sin ocultar su sensación de «orgullo». «Creo en mí mismo más que en los últimos años. Sé que puedo hacerlo», decía también. «Todo el trabajo que he hecho, todos los momentos de sufrimiento... No ha sido fácil».

Ahora también el camino que le queda por delante en Nueva York se plantea, al menos sobre el papel, como ventajoso. Es el mejor cabeza de serie que sobrevive en la ronda de ocho en su parte del cuadro (número 12). Pero el propio Carreño advierte que «es una muy buena oportunidad pero no un regalo. El nivel del circuito es muy alto. Los partidos que quedan no van a ser fáciles». Empezando por el que le medirá en esos cuartos o a Lucas Pouille o a Diego Schwartzman. «Iba 5-2 abajo --relató Carreño-- y en cuanto me hizo el break hice un cambio en mi mentalidad, más que en mi juego, y me di cuenta de que podía ganar el partido», explicó el español, que encontró dificultades en el tercer parcial. «En el tercer set quizás tuve la oportunidad de romperle en el primer juego, pero no lo conseguí y él se soltó, jugó un poco más duro, pero conseguií darle la vuelta en otro tie break muy bueno», remachó.

El asturiano tiene en su mano convertirse en uno de los nuevos finalistas de Grand Slam, algo que está garantizado sucederá en este Abierto. Y es que la parte baja del cuadro se trastocó cuando Andy Murray decidió retirarse un día después de que se hubiera realizado el sorteo. Fue una decisión motivada por sus problemas de cadera pero no exenta de polémica. Las lesiones ya habían descartado la participación en Nueva York de cuatro de los top 10 (Novak Djokovic, Stan Wawrinka, Kei Nishikori y Milos Raonic). Y Murray dejó aún más huérfano de grandes nombres el torneo, que no adaptó sus reglas y dejó en la parte alta del cuadro a Nadal y Roger Federer, que siguen todavía ahí.

La potencial final entre los campeones se hizo imposible. Como mucho el soñado primer encuentro de los dos grandes en Nueva York se producirá en las semifinales, a los que ambos continúan encaminados. Nadal ganó a Leonardo Mayer 6-7 (7-3), 6-3, 6-1, 6-4 y hoy se medirá al impredecible Dolgopolov y Federer se deshizo de Feliciano López (6-3, 6-3, 7-5) y se cruza con Kohlschreiber.

EL CUADRO FEMENINO

En el torneo femenino ayer se despidió de Maria Sharapova, invitada tras su dopaje, que cayó ante la letona Anastasija Sevastova (5-7, 6-4, 6-2). Sevastova, de 27 años, a pesar de que perdió la primera manga, gracias a los golpes ganadores de la rusa, que estaba todavía con las fuerzas físicas intactas, poco a poco fue imponiendo su mejor tenis desde el fondo de la pista y haciendo desgaste en la veterana de 30 años, para acabar con las esperanzas en su regreso a la pista de Nueva York.