Hubo un momento de esta temporada, y la pasada todavía fue más acusado, en el que las alineaciones del Real Zaragoza salían solas por la acumulación de lesionados y de ausencias. Desde que el fondo de armario es más profundo, Lluís Carreras ya no hace el equipo por eliminación sino por elección. El entrenador catalán es un gestor de grupos de un talante y un estilo muy diferente al de Ranko Popovic, a quien de puertas hacia dentro siempre se le atribuyó una enorme capacidad psicológica y personal para pilotar el ánimo del vestuario en la dirección correcta.

Carreras lo hace de otra manera, menos folclórica, pero por el momento muy efectiva. El técnico del Real Zaragoza ha encontrado la medida justa en la gestión del minutaje y la participación de los pesos pesados del grupo, voces fuertes en la caseta y cuyo rol empezó a estar en entredicho en enero en algunos casos y había que gobernar con acierto y mano izquierda en otros. Buen ejemplo de ello es lo que ha hecho con el trío Pedro, Freddy y Lanzarote, tres jugadores de talla para repartirse solo dos puestos: no ha priorizado a ninguno, les ha dado protagonismo a todos. Nadie puede estar completamente feliz, pero tampoco malhumorado. Todos juegan... y no juegan.

Los casos de Dorca y Rubén también son paradigmáticos. El capitán el domingo fue uno de los grandes damnificados de la revolución de enero, pero Carreras ha tenido tacto con él. No lo ha dejado caer, lo ha cuidado. Como a Rubén. Buenas decisiones para el equilibro del vestuario.