Llegó en el verano del 2016 para ser el cuarto delantero del Barça. Pero ahora mismo no es ni el cuarto, ni tampoco el quinto. Ni siquiera el sexto. Paco Alcácer, por quien el club azulgrana invirtió 30 millones para convencer al Valencia de su salida, ha desaparecido completamente de los planes de Valverde, un técnico que no acostumbra a ir perdiendo jugadores. Pero no tiene sitio para Alcácer, que vive más tiempo en la grada que en el banquillo.

El césped no lo pisa desde la visita azulgrana a Mendizorroza (26 de agosto). O sea, casi dos meses sin noticias del jugador que llegaba para dar minutos de descanso (y calidad) al tridente entonces. Ni la ausencia de Dembélé, la nueva tercera pieza del ataque del Barça, le abrió las puertas del equipo. Nada más llegar, el francés caía gravemente lesionado sin atisbarse su regreso hasta inicios del 2018. Pero Alcácer no tiene sitio.

Fue titular, por ejemplo, en la final de Copa del Rey contra el Alavés. Hasta marcó un gol y arrancó con energía renovada la temporada, convencido de que hallaría la confianza perdida con la llegada de Valverde. No imaginaba Alcácer que la situación empeoraría aún más. Juega ahora menos que con Luis Enrique. A sus 24 años, ha pasado de ser internacional a desaparecer.

Necesita jugar como sea. El Celta de Juan Carlos Unzué, exsegundo entrenador de Luis Enrique durante sus tres años en el Camp Nou, necesita también de un delantero que finalice el juego elaborativo que construye. Y el Barça, mientras, asume que recuperar la inversión realizada (30 millones) será algo utópico.

Ni esa polivalencia que demostró en los meses finales de su primera etapa (jugó de extremo derecho) le ha valido para seducir a Valverde, quien ha empleado otras fórmulas (André Gomes, Sergi Roberto, Aleix Vidal y Deulofeu) para rellenar el vacío dejado por la derecha. Ha visto cinco de los seis últimos partidos del Barça desde la grada.