Simone Grippo nació el 12 de diciembre de 1988 en Basilea. En la ciudad suiza comenzó a jugar a fútbol hasta aterrizar en el FC Basel, el club desde el que impulsó su carrera. Su ascendencia italiana le permitió pasar por el calcio, sobre todo por el Chievo Verona, en el que apenas tuvo participación (4 minutos en dos temporadas). Pisó equipos de segunda y tercera fila como el Piacenza, el Lumezzane o el Frosinone antes de regresar a su país, donde nunca ha conseguido ser convocado con la selección. El último tramo de su carrera lo cumplió en el Vaduz de Liechtenstein, con el que logró resultados bien distintos, tanto en las copas locales como en la liga helvética, donde participa. El pasado verano llegó a Zaragoza para ser el líder de la defensa.

Grippo ha sido, de hecho, el único central intocable durante la pretemporada y el arranque liguero para Natxo González, que no ha podido corregir esos errores que empezaron a asomar poco a poco, que se multiplicaron después. No los ha podido evitar en los dos últimos encuentros de Liga. En Córdoba consintió un control y posterior remate de Jona, el gol del rival. Ayer le regaló un gol al Alcorcón tras un disparate cómico con el balón. Nono no aceptó el obsequio, que estampó contra las vallas de publicidad mientras el central pedía perdón.

No hubo más errores, graves, se entiende. Sí hubo pérdidas, algún que otro pelotazo fuera y muchísimos problemas con el balón en los pies. Los mismos, más o menos, que su compañero en el centro de la defensa, Diogo Verdasca, que lleva un recorrido inverso. Se estrenó en el Zaragoza dejando notables desatinos, ya fuese en la salida del balón, ya fuese al corte, ya fuese en el juego aéreo... Los partidos le han dado algo más de serenidad, diríase de concentración. No es suficiente. Deja al menos un dislate por partido, más allá de las imprecisiones propias de su naturaleza. Es joven, muy joven incluso para esa posición.

Debutó en La Romareda en el trofeo Ciudad de Zaragoza, donde a más de uno se le cortó el hipo al sospechar lo que se venía encima en defensa. Ayer vio en primera fila el gol del Alcorcón, que pudo impedir pero no supo. Ni Ros, sea dicho. Se le exige, no obstante, a todos los centrales centrales del mundo, en cualquier categoría, que se comporten con contundencia. No lo hizo. Quizá por mala suerte, seguramente porque midió mal otra vez. Como en Córdoba en un balón largo al final, por no buscar más lejos.

Verdasca, nacido hace 20 años en Guimaraes y al que el Oporto ­—jugaba en su filial— dejó salir sin medio problema este verano, parece hoy tan titular como Grippo. Le ha dejado su técnico, además, el perfil malo para ser un central diestro. Será que tiene menos problemas que Grippo con la pelota. No tanto. Sufre, aunque ha mejorado su mentalización. Al revés que Jesús Valentín, el gran cantarín del comienzo liguero al que González ya ha barrido del once. Tendrá casi imposible volver, sobre todo cuando asiente sus posaderas en la defensa Mikel González. Ese, dicen, sí será el líder.